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¿Por qué usamos trajes claros en verano y oscuros en invierno?

A fin de defendernos de los rigores de las temperaturas extremas de estas dos estaciones, buscamos la manera de conservar el cuerpo fresco en el verano y caliente en el invierno, y por eso acostumbramos ponernos trajes frescos en verano y abrigados en invierno, aplicando a los trajes el calificativo de frescos o abrigados, según que dejen escapar fácil o difícilmente el calor de nuestros cuerpos. Esto depende del peso de las telas, de la sustancia de que están fabricadas y de la naturaleza del tejido.

Pero también de otro modo pueden afectar las telas a nuestra temperatura, que no tiene que ver nada con su grado de conductibilidad del calor. Una misma tela será más fría si es blanca que si la teñimos de negro. Para comprender esto, preciso será que expliquemos qué es lo que presta a las cosas sus colores blanco y negro. Una cosa alumbrada por una luz blanca es blanca porque refleja hasta nuestros ojos toda o casi toda la luz que sobre ella incide, y, lo mismo casi hace con los rayos del calor radiante que acompañan a la luz, y forman, en realidad, parte integrante de ella; y claro es que si refleja casi todo el calor será muy poco el que absorba. En cambio, los objetos negros absorben la luz que incide sobre ellos. El negro no es un color, sino la ausencia de todo color, y un objeto negro es negro porque no refleja la luz que sobre su superficie incide; por el contrario, la absorbe y con ella gran parte del calor que la acompaña.

Esta luz absorbida desaparece de nuestra vista; pero, como sabemos que en la Naturaleza nada se pierde, ocurre preguntar al instante qué se hace de ella. Pues muy sencillo: se transforma en calor que calienta la tela negra que la absorbe. Vemos, pues, que las telas negras reciben calor de dos modos, y por eso nos agrada llevarlas en invierno, en tanto que en verano elegimos las blancas, que rechazan la luz y el calor.