¿Por qué motivo el calor no puede acelerar la radiactividad?
Los hombres de ciencia hicieron muchísimos experimentos con toda clase de átomos y consiguieron que éstos realizaran un sinnúmero de cosas que podían ser influidas por el calor y el frío, por el magnetismo o la electricidad. Si dejamos carbón y oxígeno juntos, a la temperatura normal, no pasa nada; pero si calentamos el carbón a la temperatura adecuada, comienza a quemarse, es decir, a unirse con el oxígeno para formar anhídrido carbónico. Calentado aun más, el anhídrido carbónico se descompone a su vez.
Con la radiactividad no ocurre nada parecido: la velocidad con que el radio emite partículas alfa no puede variarse por ningún medio conocido; bajo este aspecto la radiactividad es única. Ahora, a la luz de los recientes estudios científicos sobre la estructura atómica, comprendemos el porqué de esta estabilidad. El comportamiento químico de los átomos depende de sus envolturas electrónicas exteriores y, naturalmente, a sus envolturas externas se las puede modificar con relativa facilidad mediante el calor o el frío, o bien con la aplicación de fuerzas eléctricas o magnéticas. Pero la radiactividad proviene del interior del núcleo, que está en el centro del átomo, bien protegido por una barrera formada de varias capas de electrones; de ahí que sea imposible variar el ritmo del fenómeno radiactivo por el calor.
Es lo que ocurre en una casa cuando sopla un vendaval: es posible que se sacudan las puertas y las persianas o las celosías de las ventanas y que tiemblen los vidrios; incluso puede que caigan algunos trozos del techo y, tal vez, que se derribe la chimenea; pero en una casa bien construida nadie será molestado por la tormenta, cuando esté abrigado en su lecho.
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