¿Por qué los médicos toman el pulso a los enfermos?
Lo que llamamos pulso es el latido de una arteria que pasa entre la piel y un hueso próximo a la muñeca, y que es muy fácil de hallar. El pulso tomado por una mano experta suministra preciosas indicaciones. Hace conocer, en primer lugar, el número de latidos que da el corazón por minuto, sin ser necesario tener práctica alguna para contarlos, y muestra también la fuerza y regularidad con que late. Nos dice si el corazón se encuentra relajado, si para funcionar necesita realizar gran esfuerzo, si se halla sobreexcitado, o si late con facilidad y soltura, que es como debe hacerlo siempre en estado normal del organismo.
El pulso nos indica, además, el estado de las arterias que recorren el cuerpo, por lo que respecta a la energía o flojedad de los músculos que contraen y dilatan sus paredes; y nos denuncia asimismo, aunque para apreciarlo haga falta mucha práctica, no sólo la fuerza con que late el corazón, sino la presión que existe dentro de los vasos entre los latidos de aquél. Esta cuestión de la presión de la sangre tiene una importancia enorme, porque afecta al funcionamiento de todas las partes del cuerpo. Por la frecuencia del pulso puede también deducirse la temperatura de la persona. Así pues, de todas las fuentes de investigación de que disponen los médicos, la que más numerosas e importantes indicaciones les suministra es el pulso; mucho más que el aspecto de la cara del paciente, que el tomarle la temperatura y aun auscultarlo.
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