¿Tienen mejor vista los campesinos que los habitantes de las grandes ciudades?
Cuando aplicamos la palabra mejor a una cosa tan delicada como la vista, resulta un tanto vaga y admite significados diversos. Las personas pueden diferir en su facultad de ver los objetos a determinada distancia, en la diafanidad con que perciban su imagen, o en la claridad con que observen sus pormenores, o en la mayor o menor facilidad con que puedan ejecutar constantemente un mismo trabajo con los ojos, sin fatiga. Todas estas diferencias existen en varios individuos con entera independencia de que necesiten o no usar lentes.
Si tomamos un centenar de personas, y hacemos que las que usen lentes se coloquen los más perfectos que imaginarse puedan, veremos, sin embargo, que todas ellas difieren entre sí por todos los expresados conceptos. Por ejemplo, un hombre puede tener mucha mayor dificultad que otro para distinguir dos estrellas que están muy próximas una a otra y casi se ven como una sola. Los astrónomos saben que difieren mucho entre sí respecto al grado en que poseen esta facultad. Pero la persona que más torpe sea para esto, será capaz, en cambio, de leer en una noche oscura una hoja impresa, cuando las que la aventajan en lo de ver a gran distancia no distingan ni una letra.
Estas diferencias no han sido bien explicadas; pero probablemente, y en términos generales, si los campesinos tienen la vista ejercitada en mirar siempre a lo lejos, verán mejor a distancia que los habitantes de las ciudades, quienes, por disponer de un limitado horizonte, no tienen esta costumbre. En cuanto al cansancio que experimenta la vista, lo general es que los ojos resistan con menos fatiga el trabajo a que están acostumbrados, por mucho que se prolongue.
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