¿Por qué oímos mejor cuando cerramos los ojos?


Esta pregunta es en parte verdad y en parte no, según lo que entendamos por oír, o mejor, según lo que estemos escuchando. Si es una piez? de música, que requiere toda nuestra atención, y que necesita, para que disfrutemos de su encanto, que podamos coordinar en nuestra mente lo que acabamos de oír con lo que estamos escuchando y con lo que esperamos oír momentos después, entonces, cuantas menos cosas esté haciendo nuestra mente en esos instantes, mejor; de suerte que es indudable que disfrutaremos más de la música con los ojos cerrados que con ellos abiertos, o con la vista errante, sin fijarla en cosa alguna.

La única excepción es cuando escuchamos la música y leemos la partitura al mismo tiempo. En este caso, la forma de las frases y demás circunstancias que ve el ojo ayudan al oído a entenderlas y disfrutar mejor de lo que oye.

Mas no ocurre lo mismo cuando estamos escuchando, por ejemplo, una aburrida conferencia, dada en un salón mal ventilado, en una tarde bochornosa, pues en estas circunstancias, si cerramos los ojos, lo más probable será que no oigamos absolutamente nada. El cerebro, para oír, debe hallarse más o menos despierto, y en las circunstancias descritas, la luz que penetra en los ojos le ayuda a conservarse avivado. Si realizamos experimentos con luces muy brillantes y sonidos muy agudos, observaremos que ambos se ayudan mutuamente y obtenemos una percepción de cada uno de ellos de mayor intensidad, con tal que luces y sonidos actúen al mismo tiempo.