¿Por qué cesan los árboles de crecer al llegar a cierta altura?
La misma pregunta podría formularse respecto de los hombres, de los caballos, de las aves o de cualquier ser viviente. La razón es que el crecimiento de los seres vivientes no es igual al de una bola de nieve o de un cristal. Estas cosas van creciendo cada vez que reciben más alimento. Nada hay dentro de ellas que ponga un límite a su crecimiento. Los seres vivientes, al contrario, llevan dentro las señales de un algo que tiene un objeto determinado, lo que no tienen las bolas de nieve ni el cristal, y este objeto determinado es, sencillamente, vivir. Por lo general, puede decirse que los seres vivientes crecen, al parecer, hasta el tamaño que más conviene o favorece mejor su vida; y, hecho esto, dejan ya de crecer, y sólo procuran conservarse tanto tiempo como puedan. Hemos de pensar que todos los seres vivientes están sujetos a un plan, a un método definido de acción, el cual se desarrollará en ellos si se hallan rodeados de condiciones favorables. Y así crece el árbol, hasta adquirir la forma y el tamaño que se le ha señalado; después, ninguna fuerza de la Tierra, ninguna cantidad de alimento, de aire o de luz, por grandes que ellos sean, lo hará crecer más de lo que ha crecido.
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