¿Cómo los hombres no dedujeron al contemplar los eclipses que la Tierra era redonda?


Desde luego, en los eclipses del Sol la sombra de la Luna nada podía decirles acerca de la redondez de la Tierra; de modo que, para que nuestra pregunta sea correcta, debiéramos decir “los eclipses de la Luna” y no sencillamente “los eclipses”, de un modo general. Desde el momento en que los eclipses de la Luna son debidos, como sabemos, a que la Tierra proyecta su sombra sobre la superficie del satélite, impidiendo de esta suerte que la luz del Sol llegue a él, justo es pensar que la forma de la sombra debiera revelarnos la de la Tierra, de la misma manera que nuestra sombra dibuja la de nuestro cuerpo. Ahora bien; dicha sombra es circular, es decir, que es la sombra de un globo o esfera, y, dado que sabemos que lo que la proyecta es la Tierra deducimos que ésta es casi esférica.

Pero este importantísimo argumento, tan interesante actualmente, no podía ser aplicado en los días en que los hombres disputaban acerca de la forma de la Tierra. Sólo tiene valor cuando se conoce lo que un eclipse de Luna es realmente, o sea, cuando tenemos en la mente una imagen del sistema solar, tal como es, real y efectivamente, con la Luna moviéndose alrededor de la Tierra, y ésta, a su vez, girando en torno del Sol. Y, aunque esto nos parece tan natural y sencillo, debemos recordar que no lo hemos averiguado nosotros, y que costó mucho tiempo y trabajo el descubrirlo. Éste es el motivo por el cual los que defendían antiguamente la redondez de la Tierra no podían alegar la forma de la sombra en los eclipses de Luna como argumento para demostrar su teoría. Nadie sospechaba que esto tuviera que ver con la forma de la Tierra.