Las grandes creaciones poéticas irradian lo sublime de la belleza natural y humana


En todas las obras de la naturaleza vibra una armonía infinita que el poeta comprende e interpreta; en todos los hechos del hombre y de la Historia se esconde el sello sublime de una espiritualidad que sobrepasa a la misma naturaleza y que el poeta, hombre también él, proyecta con más viva claridad aun. Al ponernos en contacto con las grandes creaciones poéticas de la humanidad, nuestra alma vibrará con la infinita armonía de la naturaleza y sentirá sobre sí el destello de lo sublime que comporta la espiritualidad humana en sus más altas manifestaciones. ¡

Decía en cierta ocasión un poeta, hablando de otros grandes poetas, que sus pensamientos alcanzaban la altura de las más elevadas montañas y que sus cabezas eran besadas por él sol antes que éste alcanzara al resto de la humanidad. De la misma manera que, hallándonos muy de mañana en el campo, frente a una cordillera, veríamos que el sol ilumina primero las más altas cumbres, así también podemos considerar lo que sucede con los grandes poetas, los hombres-cumbres, a los cuales llegan antes y de una manera más directa todo sentimiento elevado y toda emoción noble.

Por esto, ellos nos ayudan con sus obras a penetrar en lo íntimo de la naturaleza y de la humanidad, comunicándonos algo de su percepción sutil y de su agudo sentido de lo bello. Puede decirse que nos prestan sus ojos para que veamos mejor la hermosura de las cosas, y su corazón para que sintamos mejor su vida íntima.

¿Puede concebirse entonces una compañía más agradable, una lectura más provechosa, un estudio mas fecundo, una familiaridad más noble que la que tenemos con las obras inmortales de los grandes poetas de la Humanidad?