LA MADRE AFRICANA - Francisco Acuña de Figueroa


En la época en que el poeta uruguayo Francisco Acuña de Figueroa (1790-1862) escribió esta composición, estaba aún en su apogeo el tráfico de esclavos negros, cazados en África para transportarlos a las plantaciones del Nuevo Mundo. El autor describe en conmovedores acentos la desolación de una madre a quien los negreros arrebatan esposo e hijos para venderlos como esclavos en lejanos países, allende los mares.

¿Y así, cruel pirata, así te alejas
Robándome tirano
Los hijos y el esposo? ¿Así inhumano
En desamparo y en dolor me dejas?
¡Ay, vuelve, vuelve! En mi infeliz cabaña
Donde te di acogida,
¡Ve cuál me dejas como débil caña
Del huracán violento combatida!

Vuelve, entrañas de fiera,
Que por mi mal viniste;
Llévame a mí también y al menos muera
Con mis prendas amadas... Mas ¡ay triste!
Yo no espero ablandar tu pecho duro
Con lamentos prolijos:
¡Tú no sientes amor, no tienes hijos!

¿Y es posible que el sol resplandeciente
Que ostenta esa bandera
Llegue a estas playas por la vez primera
A autorizar un crimen tan patente?
¡Oh globo celestial, que esplendoroso
Dominas en las cumbres,
Obscurece tu luz, y al monstruo odioso
Sólo sangriento y con horror alumbres!

Mas ¡ay, qué nueva pena
Descubren ya mis ojos!
He allí el arco y las flechas que en la arena
Del asalto traidor fueron despojos.
¡Infeliz compañero, tú ignorabas
Que esos blancos altivos
Proclaman libertad y hacen cautivos!

De esta suerte la mísera africana
Se queja inútilmente,
Mientras su nave apresta indiferente
El traficante vil de carne humana.
Y truena el bronce, y su clamor repite,
Que el clamar la consuela;
Mas el Águila, en hombros de Anfitrite,
Suelta las alas y al estruendo vuela.

Al punto encadenados
Los cautivos se miran,
Y al fondo del bajel desesperados
Los lanzan sin piedad, y ellos suspiran;
Mientras que la infeliz desde la peña
Se arroja y da un lamento,
Que en pos de la alta popa lleva el viento.