Parte 2


En obsequio de la niña,
Mancebos de la grandeza
Lidiaron toros feroces,
en la anchurosa palestra
Sobro corceles gallardos
Riñeron loca carrera.
Luego un juglar bailó danzas
Sobre la tirante cuerda;
Luciéronse en pantomimas
Las ágiles marionetas,
un domador de serpientes,
Hombre ducho en magia negra,
Hizo, tañendo la flauta,
Danzar enormes culebras,
Y convirtió un abanico
En pajarito que vuela.

Y las danzas de los seises.
las farsas gitanescas,
las artes de los monos
Al repicar panderetas,
Y mil y mil diversiones
Tan vistosas como espléndidas
Gozosa y entretenida
Miró la gentil Princesa,
Mientras su padre exclamaba:
"¡Dios te bendiga, mi Reina!"

Mas ni danzas ni juglares.
Ni domadores de fieras,
Ofrecieron a la niña
Tanto regocijo y fiesta.
Como el baile que el enano
Esperpento bailó ante ella.

Cuando, gruñendo, Esperpento
Pisó la menuda arena.
Con sus piernas retorcidas,
Con su monstruosa cabeza
Y con la giba deforme
Que es de su cuerpo cadena,
Las damas y los magnates.
Los grandes, las camareras,
Rompieron en carcajadas
Atronadoras, soberbias,
Y hasta el monarca alegróse
Viendo reír a la Princesa.

Esperpento era un enano
Recogido de las selvas,
Un pobre monstruo, dichoso
Con la dichosa inconsciencia
De ignorar que sus fealdades.;
Eran diversión ajena.

En cuanto miró a la niña
No quitó la vista de ella,
Y por ella danzó alegre
E hizo cabriolas y muecas,
Recogiendo mil sonrisas
Como gentil recompensa,
Y obteniendo aquella rosa
Blanca como la inocencia
Que entre sus rubios cabellos
Prendió la hermosa Princesa.


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