Trajano extendió el imperio hasta tal punto que Roma no pudo ya gobernarlo


La única imprudencia que cometió Trajano fue empeñarse en extender los límites del Imperio Romano y llevar su poderío a las lejanas comarcas de Asia, en las cuales había dominado Alejandro Magno. Cuando Trajano acometió tamaña empresa, ya el imperio era tan vasto que resultaba bastante difícil sostener ejércitos en todas sus fronteras y mantener constantemente refrenadas a las tribus bárbaras vecinas; por esto, aunque el gran emperador fue al Oriente y allí derrotó los ejércitos que le salieron al encuentro, las guerras con que terminó su reinado fueron un fracaso, y, cuando murió, peligrosos enemigos se levantaron de todas partes contra el dilatado imperio.

Con todo, había elegido para sucesor a un hábil general y estadista prudente: era éste Adriano, que entonces mandaba el ejército de Oriente y a cuya proclamación nadie se opuso. El nuevo emperador, que había visto ya la equivocación de Trajano en sus últimos días, se apresuró a hacer la paz con los pueblos vecinos, fijando como verdaderos los antiguos límites del imperio, y procurando, no obstante, hacer ver al mundo entero que sus ejércitos seguían tan fuertes como antes. Después se dirigió a Italia, donde se consagró a restaurar el régimen que tan perfecto había hecho Trajano.