Cómo cayó Napoleón para siempre y fue desterrado a una roca solitaria en el medio del Atlántico
Napoleón hizo cuanto estuvo en su mano para aniquilar los ejércitos reunidos de Prusia y Gran Bretaña, y a punto estuvo de lograrlo. Los atacó en un lugar situado entre las posiciones ocupadas por Wellington y Blücher, y derrotó a los prusianos en la batalla de Ligny, mientras tenía a los ingleses a raya en Quatre Bras. Si lograba mantener separados a los dos generales hasta que derrotase a Wellington, la batalla estaba ganada. Pero el General Cipayo tomó posiciones en Waterloo, y durante todo el día del sábado 18 de junio, las grandes masas de tropas de Napoleón atacaron repetidas veces las lomas que ocupaban las fuerzas inglesas, siendo siempre rechazadas por éstas.
Por fin, cuando Blücher empezó a llegar con sus prusianos al campo de batalla, dieron los franceses su última y desesperada carga, y fueron también rechazados por la postrera vez. Los ingleses avanzaron de frente, y los prusianos atacaron de flanco a los franceses: la derrota se convirtió en huida, y el famoso ejército otrora victorioso de Napoleón quedó aniquilado para siempre.
Cuando el derrotado emperador se rindió, nadie se atrevió ya a tratarlo con generosidad: todos le temían y desconfiaban de él. El que había conmovido al mundo con sus pisadas, deslumbrándolo con el brillo de su espada, fue condenado a terminar sus días en Santo Elena, un islote rocoso perdido en la inmensidad del Atlántico del Sur; y el hermano de Luis XVI (monarca, este último, guillotinado por la Revolución), fue repuesto en el trono de Francia.
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