El gobierno británico cree enteramente innecesario el telégrafo


Pero el gobierno se empeñó en no querer oír hablar de telégrafos eléctricos. “Los telégrafos son enteramente innecesarios; el único que puede ser empleado es el que utilizamos ahora”, contestó. A veces los gobiernos obran desacertadamente. Ronalds hubo de dar al olvido su acariciada idea, dejando el campo a otros que, más afortunados, lograron un triunfo completo, al cual se asoció de buen grado, dando muestras de magnánimo corazón. Antes de morir vio extendido el telégrafo por toda su patria. Dos fueron los personajes que se repartieron la gloria de este triunfo: sir Carlos Wheatstone, que nació en 1802 y falleció dos años después que Ronalds, en 1875; y sir Guillermo F. Cooke, nacido en 1806 y muerto en 1879.

No deja de ser rara coincidencia que se unieran estos dos personajes y trabajaran de consuno en su gran empresa. Cooke, que estuvo durante muchos años sirviendo al ejército en la India, tenía estudios de medicina; Wheatstone era hijo de un fabricante de instrumentos musicales de Gloucester, y le habían enviado a Londres para ser dependiente de una tienda de música, propiedad de un tío suyo.

Ambos sentían grande afición al estudio, y especialmente al de la electricidad. Wheatstone se dedicó de lleno a sus investigaciones; llegó a darse a conocer por algunos artículos sobre varios asuntos científicos; y posteriormente fue nombrado profesor del Colegio Real, en cuyos sótanos llevó a cabo experimentos de gran importancia. Entre ellos merece citarse el que tuvo por efecto comprobar la velocidad con que pasa la electricidad por un alambre.