El famoso descubrimiento que hizo posible el telégrafo eléctrico
Este principio puso a disposición del hombre una energía extraordinaria. Desde ahora no sólo se podría producir toda la electricidad que se necesitase, sino también usar este fluido sin temor a escapes ni a desgastes de la corriente, como sucedía con la botella de Leyden y la pila voltaica. Pero el primer telégrafo no había de proceder del descubrimiento de Faraday. Fue uno que costó a su inventor muchos trabajos, mucha ansiedad, mucho dinero, para acabar, al fin, en un gran desengaño. Llamábase el inventor Ronalds, posteriormente sir Francisco Ronalds. Era hijo de un comerciante de Londres y había nacido en 1788, precisamente en la época en que el problema de la electricidad absorbía la atención pública. Siendo ya mayor, y después de haberse dedicado enteramente a su estudio favorito, consiguió colocar un telégrafo en su propio jardín de Hammersmith, sirviéndose para ello de alambres de doce kilómetros de longitud, lo cual logró haciéndoles dar varias vueltas en torno a su finca. Luego, adiestrándose para obtener la electricidad por fricción, consiguió transmitir la corriente eléctrica por toda la longitud del alambre. A cada extremo puso un cuadrante, que tenía una abertura, en la cual, y en virtud de la corriente, hacía aparecer una letra. Esta disposición estaba dirigida por la acción de dos bolas impulsoras, por las cuales pasaba la corriente. Al fin, después de haber perfeccionado la máquina y su funcionamiento, Ronalds ofreció su invento al gobierno británico, que por aquel tiempo sólo disponía de señales de madera movidas a mano por sus telegrafistas.
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