Cómo la cruz nacional de Suiza se convirtió en símbolo de caridad
Es asimismo delicioso contemplar la vida de esos esforzados montañeses, verlos guardando sus grandes rebaños de vacas con sus sonoras esquilas, seguirlos en su industriosa elaboración de quesos en sus chozas., y cuando los llevan en enormes cantidades a los mercados del valle. Es conmovedor advertir cómo se aprovecha la más insignificante porción de terreno, cómo se recoge cuidadosamente el heno y es llevado al henil, en donde se guarda para la temporada invernal. En efecto, en cuanto empieza el frío y la nieve, se retira el ganado de las alturas, en donde ya no encuentra nada que comer.
Es también extraordinario el comercio que se hace en Suiza con la leche condensada. En invierno muchos montañeses se dedican a esculpir figurillas de animales, especialmente osos, y diminutas villas, como las que ellos habitan, con piedras en el techo para resguardarlas de los huracanados vientos. Son también muy hábiles en hacer flores y otras cositas de marfil; todos estos objetos y otros muchos, procedentes de las fábricas, hacen muy atractivas las tiendas en los muchos puntos adonde llegan los turistas, especialmente en Berna, en Zurich -la ciudad mayor de Suiza-, en Lucerna y en Ginebra. En. esta última ciudad hubo un congreso en que se trató de asuntos internacionales encaminados a disminuir los horrores de la guerra. Entonces se declaró que los enfermos, los médicos y las ambulancias no podían ser objeto del menor ataque, y como prenda de seguridad tomaron la Cruz Roja que vemos flotar en los edificios públicos de Suiza como bandera nacional.
Desde el congreso de Viena, Suiza ha sido considerada como país neutral por los demás países.
El ejército suizo está organizado según el sistema de las milicias: los soldados no son profesionales. Todos son hombres del pueblo, con sus respectivas ocupaciones en la vida civil, con excepción de los oficiales desde el grado de comandante'' de división. El servicio militar es cumplido por los jóvenes suizos entre los 19 y los 20 años de edad, y, aunque es un período corto, lo era más aún antes de la segunda Guerra Mundial. Después de concluido el servicio militar propiamente dicho, cada reservista debe cumplir anualmente tres semanas bajo las armas para mantener sus conocimientos al día. En tiempo de paz el ejército suizo no tiene comando en jefe: sólo cuando la guerra estalla alrededor de las fronteras suizas, el Consejo Federal designa entre los altos oficiales uno para el cargo de comandante en jefe: es el único general del ejército. La estrecha vinculación del ejército con el pueblo y la gran confianza que la democracia suiza deposita en el ciudadano-soldado las comprobamos cuando vemos que cada suizo, al finalizar el período militar, se lleva su fusil a su casa; durante la segunda Guerra Mundial se le permitió incluso tener en su. hogar municiones para poder hacer frente a cualquier ataque repentino.
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