El asombroso ritmo de crecimiento de la población de los Estados Unidos


Los primeros pobladores blancos de Estados Unidos fueron los españoles que fundaron Santa Agustina en 1565, y después establecieron misiones a lo largo del curso de los ríos Grande y Gila, entre los años 1582 y 1600. En los primeros años del siglo xvii establecimientos británicos, holandeses, suecos y franceses se escalonaron en las costas atlánticas y en los valles del Misisipí y el Ohio, en tanto nuevas poblaciones de origen español se alzaban en el sudoeste y a lo largo de la costa del Pacífico.

La inmigración fue reducida hasta mediados del siglo xix, pero a partir de ese momento el crecimiento de la población de los Estados Unidos comenzó a adquirir un ritmo progresivamente más intenso, como puede advertirse por las siguientes estadísticas: hacia 1688 se calcularon en 200.000 los pobladores del país que sería luego los Estados Unidos; en la época de la declaración de la Independencia, había ya 1.500.000, y al comenzar el siglo xix los habitantes de la joven república eran ya 5.300.000. Hacia 1850 más de 23.000.000 de almas se distribuían en el territorio americano, y medio siglo después, esa cifra se había cuadruplicado. En 1920 los Estados Unidos sobrepasaron los 100.000.000 de habitantes, y en 1960 casi duplicaban esta última cantidad: llegaban ya a 180.000.000.

La década de mayor crecimiento fue la de la segunda Guerra Mundial: de 1940 a 1950 la población estadounidense creció a razón de 220.000 personas por mes, según información de la Oficina Nacional del Censo.

El aporte de la inmigración europea, cuidadosamente dirigido, sirvió al gran país del norte de América para desarrollar al máximo los infinitos recursos de que fue dotado por la Naturaleza, sin perder por eso su idiosincrasia nacional; por el contrario, las generaciones nacidas de esos inmigrantes se sintieron ya americanas, ganadas por el poder de atracción que es común a las Américas de ambos hemisferios, que hace de ellas verdaderos crisoles de razas.