Italia combate a sus antiguos aliados, Austria y Alemania


Cuando, en agosto de 1914, el gobierno italiano anunció que su país seguiría neutral, se vio bien claro que se disponía a apartarse de Austria y de Alemania, con las que estaba unido por una alianza. La diplomacia aliada y la de los Imperios Centrales trabajaron activamente para inclinar en su favor el apoyo italiano. Por su parte, el papa Benedicto XV, que sucediera en el solio pontificio a Pío X, muerto en el mismo momento de estallar la guerra, realizó toda clase de esfuerzos para mantener la neutralidad de Italia. Empero, las relaciones entre Italia y Austria, viejos enemigos desde la época de la unidad de la Península, fueron cada día más tirantes, hasta que el 23 de mayo de 1915 Italia entró formalmente en la guerra junto a Francia, Gran Bretaña, Servia y Rusia. Esto reforzaba poderosamente la posición de los aliados, pues significaba el dominio completo del mar Mediterráneo.

En los primeros momentos de la lucha, las tropas italianas sufrieron rudos contrastes, y la batalla de Caporetto fue una de sus mayores derrotas. Pero, estabilizadas las líneas, los italianos atacaron en el Piave y, después de contener el avance enemigo, avanzaron hasta recuperar los territorios italianos que desde la época de la unificación de la Península permanecían en poder de Austria. Venecia Julia y Trieste volvieron a la corona de Saboya.