Napoleón, el hombre que no re trocedía por nada ni ante nadie
Fijémonos atentamente en el enérgico rostro de pronunciadas facciones del joven oficial en el momento de mandar hacer fuego a sus artilleros, quienes hicieron tronar sus cañones alrededor de la iglesia de San Roque, donde aun hoy puede verse la huella de la metralla. No era posible ofrecer ninguna resistencia por medio de la insurrección. El ciudadano Bonaparte fue ruidosamente aclamado general, y, de allí en adelante, durante veinte años, este hombre de tez bronceada llegó a ser, no sólo la mayor energía viviente de Francia, sino también de toda Europa. La figura de Bonaparte, de amplia casaca militar y austero tricornio, perturbó y oscureció durante ese tiempo la historia de las naciones europeas, al par que condujo a Francia al pináculo del poderío.
Napoleón Bonaparte era hijo de un notario de Córcega, y había tenido que aprender el francés en la escuela; lengua que siempre habló con acento italiano. Tuvo que vencer muchas dificultades hasta llegar a poner su pie en el peldaño más bajo de la escala de la fama; pero las dominó todas, por ser un genio de recursos extraordinarios y porque además poseía el don de infundir confianza en los que lo rodeaban y de hacerse amar de ellos. Cuando conceptuaba posible una cosa, los mayores obstáculos no lo desalentaban. En cuanto tomó el mando de su ejército, condujo a sus tropas andrajosas y hambrientas a una serie de brillantes victorias contra Austria, en los plácidos y fértiles campos de Italia. Luego, viendo con su perspicaz mirada cuan importante era Egipto para Gran Bretaña, por ser el camino que conducía a la India, llevó allí sus tropas para pelear con los mamelucos y establecer un punto de paso para Francia. “¡Soldados! -dice su conocida arenga, al animar a sus tropas a la pelea bajo aquel ardiente sol, desde lo alto de estas pirámides cuarenta siglos os contemplan”. Desgraciadamente para sus planes, Nelson logró destruir la flota francesa en la batalla del Nilo, y el ejército victorioso tuvo que permanecer por algún tiempo prisionero en Egipto. El mismo Napoleón volvió a Francia con un solo, buque, pero consiguió cambiar la forma de gobierno y hacerse nombrar Primer Cónsul. Así que hubo mostrado que podía encargarse de los asuntos del país con la misma destreza con que conducía los ejércitos, pasó nuevamente a Italia, en donde los austríacos habían alcanzado algunas victorias. En esta ocasión le vemos guiando a sus tropas sobre las rocas de San Bernardo, animándolas con las músicas de la banda. ¡Cuan sorprendidos quedaron los austríacos al ver en las llanuras italianas al ejército francés! El resultado de esta expedición fue la brillante victoria de Marengo conseguida por Bonaparte.
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