Los niños de Francia se entretenían con guillotinas de juguete


Hay una hermosa plaza en París, llamada ahora de la Concordia y entonces de la Revolución, en la cual se levantaba una máquina de madera (llamada guillotina, por ser su inventor un tal Guillotin) que estaba siempre dispuesta para decapitar a los condenados a muerte. No se perdonó a ningún sospechoso de ser partidario del poder real; hasta tal punto se familiarizó en Francia la guillotina, que los niños llegaron a tener guillotinas de juguete y las mujeres a llevarlas en forma de dijes; pero acaso el peor espectáculo era el que ofrecían al continuar habiendo medias y charlando en la plaza, mientras pasaban rechinando los carros cargados de reos y caían las cabezas de los ajusticiados en el patíbulo. Y no sólo en París, sino también en las ciudades de provincias, se levantaron guillotinas.

Al fin, aquella horrible manía de matar dio señales de cansancio, y subió al poder un partido más moderado. Marat, que había sido causa principalísima de aquellos horrores con las doctrinas propagadas en un diario suyo, fue muerto por una mujer, llamada Carlota Corday, quien creyó acción noble liberar de él a su país. Asimismo muchos otros, que habían obligado a los ciudadanos a someterse a su obediencia por el terror, murieron en la misma guillotina en que perecieron sus víctimas.