De las montañas nevadas a los lagos y cascadas
Los días transcurren demasiado aprisa, y con pesar vemos llegada la hora de trasladarnos a Mürren. De nuevo nos echamos a la espalda las mochilas y enviamos nuestro equipaje a la ciudad. Al partir, vemos a la gente del país ocupada en guadañar el heno: parece que en todo el año no se hace otra cosa en Suiza; y marchando por entre graneros y chalés, nos deslizamos por los bosques en declive, hasta descender 1.000 metros y llegar a la ciudad de los lagos
Algunos querían detenerse en ella, pues son muy tentadores sus Comercios; pero rechazamos esta idea y partimos en tren, siguiendo el valle que tantas veces habíamos contemplado desde Amisbühl. En este trayecto, hasta Lauterbrunnen, gozamos igualmente de hermosas perspectivas. Desde luego hay el atractivo del río, que corre al lado de la vía ¡férrea, cubierto de espuma. Además, las montañas coronadas de nieve están tan próximas, que parecen amenazarnos con derrumbarse sobre nosotros.
Podríamos tomar el funicular hasta Mürren, pero preferimos subir a pie, con lo cual podremos ver las cascadas que se encuentran en el camino y recrearnos contemplando la frondosidad de los senderos, tapizados de musgo, en cuyas orillas crecen las fresas silvestres.
Cuando llegamos, ya cansado y sudorosos, a la meseta sobre la cual se levanta Mürren, nos sentimos asombrados ante la proximidad e inmensidad de las montañas, sólo separadas de nosotros por un profundo y estrecho valle. En medio de la noche brilla una claridad extraordinaria y ¡sugestiva: todo el mundo deja de ¡cenar para extasiarse en la contemplación de la hermosa luz brillante, qué dura pocos minutos.
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