Las pinturas extrañas y los espléndidos templos del antiguo Egipto
Existe en el Nilo un gran grupo de templos en el lugar donde se levantaba en su tiempo la magnífica y extensísima ciudad de Tebas, en dirección de Asuán. Aquellas grandes salas, imponentes portales e hileras de columnas forman un magnífico espectáculo, ya iluminados por la brillante luz del sol, ya sumergidos en profundas y purpúreas sombras, y, al contemplarlos, nos los imaginamos nuevamente en su primitiva belleza, con largas procesiones de sacerdotes y sacerdotisas, cantando himnos, y una esplendorosa exhibición de real magnificencia, cuando el rey iba a practicar el culto ante los majestuosos altares de oro y plata, con incrustaciones de marfil y piedras preciosas. Y aún no hemos llegado al fin de nuestro contacto con el antiguo Egipto, pues se puede leer todavía, pasados tantos siglos, cuanto hallamos escrito en la antigua lengua jeroglífica, que desapareció del todo y fue completamente olvidada después de la dominación romana.
Si fijamos la vista en las paredes y en las columnas de los templos, en las sólidas tumbas, en los ataúdes, en las esculturas y en las pinturas murales, veremos que casi todas están llenas de inscripciones jeroglíficas. Hace más de un siglo que los eruditos descifraron el significado de cada una de ellas. En Rosetta, cerca de Alejandría, se halló una piedra grabada, que se guarda con sumo aprecio en una de las vitrinas del Museo Británico, porque sirvió de clave para descifrar dichas inscripciones, hasta entonces absolutamente ininteligibles.
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