Las maravillas que suceden cuando nos hacemos daño en un dedo


Otra cosa que nos enseña la historia de los leucocitos es la admirable unidad del cuerpo. Al más insignificante daño, a un golpe, a un desgarro de una uña, que tengamos en un dedo, parece que todo el organismo se entera de ello inmediatamente. El bazo, que está escondido dentro del cuerpo, las pequeñas glándulas colocadas debajo de la piel del cuello, en los sobacos y en la médula ósea, son avisados, por decirlo así, de lo ocurrido, seguramente por mensajeros químicos, enviados por la parte dañada, y todos empiezan a doblar y triplicar su actividad y producir millones de leucocitos, por la única razón de que la punta de un dedo está padeciendo.

Este es el quehacer más maravilloso de la sangre, añadido a otros que también desempeña, pues no solamente distribuye el oxígeno y el alimento y lleva los leucocitos, soldados que en este caso podemos llamarles marineros del cuerpo, sino que es también gran portadora de mensajes y mensajeros. Nada sucede en una parte del cuerpo sin que se produzcan cambios químicos. Los compuestos resultantes de estos cambios entran en la sangre, cuya corriente los arrastra, y al llegar a las distintas partes del cuerpo cada una se apropia de lo que necesita. Confiemos en que algún día estarán las naciones tan bien organizadas y libres de egoísmos como lo está el cuerpo humano en forma tan admirable.