LAS PARTES DEL CEREBRO


Examinaremos con cuidado el encéfalo, o sea, la totalidad de sustancia nerviosa contenida dentro del cráneo, y de un modo especial el cerebro, observaremos que es un órgano doble en realidad. Por otra parte, es fácil probar que las funciones de las dos mitades laterales del cerebro, llamadas hemisferios cerebrales son muy diferentes; y distinta es también su respectiva importancia, a pesar de que el examen directo de tales partes no revela en modo alguno las diferencias que podríamos esperar. Aunque reside realmente en el cerebro la causa de que una determinada persona sea o no zurda, no sería posible afirmar por un examen del cerebro si el individuo a quien dicho cerebro perteneció fue o no zurdo. Hay que dejar resuelta esta cuestión previa a fin de que no se crea que una de las mitades del cerebro sea en algún modo inferior a la otra, pues no sucede ciertamente así, y lo prueba de ello es que cada una de ambas mitades del cerebro es susceptible de ser educada para fines especiales, y si una de ellas falla la otra la sustituye, con tal que reclamemos su auxilio en la primera edad, cuando casi todas las cosas son posibles.

La mayor parte de las personas usan con preferencia la mano derecha; los zurdos constituyen una minoría bastante escasa. Pero no hay quien tenga para todos los actos de la vida una destreza igual en ambas manos. Muchas personas, sin embargo, tienen necesidad de ser ambidextras en muchos casos; el violinista, por ejemplo, necesita una mano para una clase de trabajo y la otra para otra clase, ambos trabajos de la misma importancia y los dos igualmente difíciles, aunque diferentes. El pianista debe educar las dos manos, para hacer exactamente la misma clase de trabajo con ellas. Pues bien, hay quien cree que existe una diferencia natural entre las dos manos o los dos pies, como en el caso de un organista o de un futbolista, lo que constituye un error; todo depende del cerebro y como acabamos de ver no existe diferencia alguna entre las dos mitades de este órgano nobilísimo.

Ante todo debemos investigar la conexión existente entre el cerebro y, por ejemplo, el brazo, y nos encontramos con un hecho que no hubiésemos quizá sospechado nunca. Si consideramos el gran centro, del que dependen nuestros movimientos voluntarios o intencionales, situado en la parte lateral izquierda del cerebro para la mitad derecha del cuerpo, vemos que de las células nerviosas que constituyen dicho centro arrancan unas fibrillas, que se juntan formando un haz que constituye el gran camino de la voluntad. Este haz corre por el cerebro, desde luego por su lado izquierdo; pero va acercándose cada vez más a la línea media del cuerpo, hasta que, por fin, en un punto determinado, casi la totalidad del haz cruza dicha línea media y pasa al otro lado. Esto sucede en la parte del encéfalo que se llama el bulbo. Lo mismo ocurre en el lado derecho del cerebro con respecto al lado izquierdo de nuestro cuerpo.

Cuando decimos que una persona es manidextra, o sea que utiliza de preferencia su mano derecha, significamos, realmente, que obra la parte izquierda de su cerebro, y una persona zurda no lo es precisamente con respecto al referido órgano; y en ambos casos el cerebro presenta una mitad que en cierto modo es directora o más importante. Dentro de poco vamos a ver que de esta especie de supremacía de una de las dos mitades del cerebro no depende tan sólo el uso preferente de una mano respecto de la otra, sino que afecta también a otras diversas funciones orgánicas.

Sabemos ya que al nacer, las dos mitades del cerebro son absolutamente iguales, y que, en todo lo que la investigación científica permite reconocer, no es posible hallar tampoco en ellas en años ulteriores la más leve diferencia. ¿Por qué, pues, las personas adquieren una preferencia por la mano derecha o son, por el contrario, zurdas? Y, si las dos mitades del cerebro son exactamente idénticas por naturaleza, ¿por qué no somos todos ambidextros? Mejor será para responder a estas dos preguntas, resolver primero la última cuestión. La razón porque no somos todos ambidextros, es una cuestión de economía. La vida no malgasta nunca: si un órgano basta para desempeñar una función, la naturaleza no emplea dos. Cuando empieza la educación del cerebro, si una de sus dos mitades aventaja a la otra, la naturaleza favorece a aquélla. La naturaleza aquí podría compararse a un maestro de escuela con dos alumnos en su clase; si uno de los dos sale más aprovechado que el otro, el maestro se dedica más al aplicado y descuida al negligente.