El respirar por la nariz es de capital importancia para la conservación de la salud
Pocos consejos pueden darse de mayor utilidad para la conservación de la salud, como el de procurar en todas ocasiones respirar por la nariz y no por la boca. Esta regla debe inculcarse a todo niño, y la mejor manera de hacerlo es acostumbrarlo a permanecer siempre con la boca cerrada. No es empresa difícil hacer que adquiera esta costumbre y una vez habituado a ella, no debemos preocuparnos ya del asunto. Por todas partes se encuentran desdichados niños, a los que sus maestros tienen por cortos de alcances, que no tienen ni la estatura ni el peso correspondientes a su edad, que con frecuencia sufren resfriados, males de garganta y otras afecciones semejantes, y la causa única de todo ello es que tienen algo en la nariz, algo que podría fácilmente curarse, pero que mientras no se cure les impide enteramente la respiración nasal, que es la correcta y conveniente, y este pequeño defecto es suficiente para arrebatarles la salud y aun la vida. Seguramente hay muy pocas cosas que aventajen mucho en utilidad al consejo de que respiremos por la nariz. Después de haber sido filtrado a su paso por las fosas nasales, el aire penetra en la parte más posterior de la boca, introduciéndose en el órgano de la voz o laringe, cuya porción anterior podemos percibir palpándonos el cuello. La laringe presenta dos repliegues extendidos a cada lado que encierran entre sí una hendidura estrecha. A cada movimiento respiratorio, el cerebro envía por medio de los nervios una orden a estos repliegues, que son las cuerdas vocales, y, por efecto de la contracción muscular, ambas cuerdas se separan ampliamente una de otra, dejando ancho espacio por el que pasa el aire sin producir sonido alguno.
Todos sabemos lo que ocurre en el acto del atragantamiento. La causa no es otra que un cuerpo extraño cualquiera ha penetrado en el órgano do la voz o laringe, perturbando el orden admirable que en él reina, y las cuerdas vocales, en vez de separarse rítmicamente, como de ordinario, se juntan hasta dificultar el paso del aire y entonces entran en vibración, de igual manera que cuando hablamos o cantamos, y se origina aquel desagradable ruido que en tales casos emite el paciente. Por más que el atragantarse sea en extremo molesto, no debemos alarmarnos, porque tan pronto como el cerebro advierte que la cantidad de aire inspirada resulta insuficiente, ordena que las cuerdas vocales se separen ampliamente, y en efecto, no tardamos en ver que podemos hacer una aspiración profunda y sostenida. Naturalmente, esta liberación no puede ocurrir en los raros casos en que en la abertura superior de la laringe se atasca un fragmento considerable de alimento u otro cuerpo extraño, de manera que el paso del aire viene a quedar completamente obstruido; ésta es la única clase grave de atragantamiento. Decimos que esta clase es rara, porque realmente lo es comparada con el atascamiento ordinario; pero no por ello deja de ocurrir hasta cierto punto a menudo y ha sido causa de bastantes muertes.
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