LA NARIZ Y EL PALADAR
El olfato y el gusto son dos sentidos de menor importancia que el oído y la vista en el ser humano; así, pues, aunque no dejan de ser interesantes, no invertiremos mucho tiempo en explicar la forma en que deben ser cuidados.
Estos dos sentidos se llaman frecuentemente sentidos químicos.
A diferencia del oído y la vista, aquellos no dependen de las ondas del aire ni de las del éter; sino que únicamente olemos o gustamos cuando las cosas están en contacto con las partes del cuerpo que tienen tales facultades. Vemos y oímos a distancia, digámoslo así; pero no podemos oler y gustar de lejos.
Cuando nos parece que olemos a distancia es que algunas partículas de las sustancias que estamos oliendo han sido transportadas por el aire hasta la nariz. Estos dos sentidos son, pues, inferiores a los del oído y la vista, por el hecho de ser muy limitados en su categoría.
Por estas dos puertas de la facultad cognoscitiva, esto es, por el paladar y la nariz, tan sólo entra una parte muy pequeña del conocimiento que tenemos del mundo. Sabemos que la importancia de tales sentidos decae en los animales superiores y especialmente en el género humano. A medida que la vista y el oído ganan en importancia, el gusto y el olfato la pierden. Estos dos sentidos son aliados, obran juntos casi siempre. El olor de la canela, por ejemplo, es muy semejante a su sabor. Mucha parte de lo que acostumbramos a llamar gusto es, realmente, olor; cosa cierta, no solamente en cuanto al perfume o aroma de los vinos raros, sino también en lo tocante a muchos artículos comestibles. De ello es una prueba el sabor diferente de los alimentos cuando tenemos la nariz insensible a los olores, a causa por lo general de algún mal constipado.
No olemos con toda la nariz. Un estudio minucioso con el microscopio nos ha mostrado exactamente con qué parte de la nariz olemos. Hablando llanamente, podemos decir que olemos por la bóveda del paladar y el tercio superior de la nariz.
El resto de este órgano está revestido de células, animadas de movimiento ondulatorio, hacia atrás y hacia adelante, el cual mantiene limpias las fosas nasales; pero la región de la nariz, sensible a los olores, está cubierta de células olfatorias particulares que equivalen a las células especiales que encontramos en el oído interno y en la retina. Cada una de las células olfatorias, está en relación con una delgada fibra nerviosa; y como vemos que esta fibra arranca de la célula olfatoria, ésta es realmente una célula nerviosa transformada. Todo esto es diferente de los bastoncitos y conos de la retina y de las células especiales del oído interno, porque éstos no son células nerviosas transformadas. Tal diferencia nos indica probablemente cuan antiguo es el sentido del olfato, que puede remontarse a un tiempo de la historia de los organismos animales, muy anterior a aquél en que se hicieron las diferentes células destinadas a los otros sentidos más útiles en la vida humana actual.
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