Un sabio que estaba durante diez minutos ante una flor


El uso más elevado de los ojos es cabalmente el más descuidado en todos los actuales sistemas de educación: el uso de los ojos como instrumento de observación, para ver lo que son los hechos de la tierra, del mar y del cielo, a fin de que podamos meditar sobre ellos, es decir, el uso más eminente de los ojos es aquél en que sirven a la parte más elevada de nuestra mente; mas para ello el ojo necesita esmerada educación.

He aquí una anécdota de un grande hombre, que nos demostrará la diferencia entre los ojos que han aprendido a ver y aquellos que no están educados para hacerlo.

Un amigo de dicho sabio le preguntó un día al jardinero por la salud de su amo.

-¡Ay! -contestó-, mi pobre amo está mucho peor. ¡Cuántas ganas tengo de que se ocupe en algo! Está chiflado. Alguna vez lo he visto en el jardín parado, sin hacer nada, delante de una flor, más de diez minutos seguidos. Yo creo que si hiciera algo estaría mejor.

Pero lo que su amo hacía era ver en la flor grandes verdades que su ojo no había descubierto antes, y a las cuales era incapaz de ver el jardinero, por mucho que la contemplase.

Esta manera de ver es la que todos deberíamos practicar.