El fiscal pronuncia la sentencia de Dantés
Villefort abrió la carta y la leyó con crecientes muestras de excitación; luego, llamando a Edmundo para que viese que la había reducido a cenizas en la chimenea, hízole jurar que no revelaría jamás el nombre de la persona a la cual iba dirigida. ¡El fiscal estaba suplicando al acusado.
Lejos estaba Edmundo de sospechar la terrible lucha que se había desencadenado en el interior del representante de la ley, quien tenía que decidir entre reconocer la indudable inocencia del acusado o condenarle a fin de proteger sus propios intereses, que el inocente podía trastornar con una sola palabra pronunciada inadvertidamente. En efecto, ese tal Noirtier, a quien iba dirigida la carta, no era otro que el propio padre del fiscal Noirtier de Villefort, partidario acérrimo de Napoleón, en tanto que su hijo no sólo maquinaba planes para obtener favores de la restaurada monarquía, sino que considerándose perjudicado por las grandes simpatías napoleónicas de su padre, había decidido cambiar de nombre, evitando así que le asociasen con el autor de sus días.
La carta que Edmundo había traído de la isla de Elba informaba a Noirtier que Napoleón dentro de unos días iba a hacer otra tentativa para recobrar la corona y que al desembarcar en Francia llamaría a todas sus antiguas legiones bajo su bandera. Al punto vio Villefort en estas noticias un medio de adelantar en su carrera; pero el haber obtenido esta información por una carta dirigida a su padre, llevaba aparejada la muerte del autor de sus días, y además, hubiera sido fatal para él mismo si se hubiese hecho pública. Nadie más que Dantés conocía la existencia de la carta; encerrándole, pues, en una cárcel bajo siete llaves, Villefort podía moverse libremente. De esta suerte, quedó acordada la sentencia de Dantés.
Poco después, Napoleón desembarcaba en Francia y empezaba a llevar a cabo su última hazaña durante el período llamado de Los Cien Días, que terminó con la derrota de Waterlóo. El Señor Morrel, que también era partidario del emperador, suplicó con insistencia a Villefort, cuando parecía que Napoleón iba a restablecerse en su trono, que presentase una instancia a favor de Dantés y rogase al Gobierno que le devolviera la libertad, fundándose en la lealtad con que había trabajado por la causa de Napoleón, ya que por esto le había encarcelado el gobierno de Luis XVIII, que acababa de huir de Francia.
Pagina anterior: La carta que trajo mala suerte al joven marino
Pagina siguiente: El joven preso inocente en el terrible castillo de If