EL ESCLAVO QUE SALVO A SU AMO


No solamente en Francia, cuando su famosa revolución de 1789, ocurrieron levantamientos populares para derribar a los gobiernos y conquistar la igualdad de derechos para todos los hombres, sino también en otras partes.

El espíritu revolucionario había trascendido a la hermosa isla de Santo Domingo, en las Antillas, donde los habitantes criollos franceses, y sus esclavos, se dedicaban al cultivo del café, de la caña de azúcar y otras plantaciones. Un decreto de la Convención Nacional de París estableció la igualdad de blancos y negros en la isla; mas como los criollos no quisieron reconocer tal principio, subleváronse los esclavos reclamando sus derechos, y se siguió gran derramamiento de sangre, hasta que por fin los negros se adueñaron del poder.

En la terrible historia de esta guerra ha sobrevivido con honor el nombre de Eustaquio, negro que trabajaba en un ingenio. Aunque ignorante y rudo, era muy inteligente, ingenuo y de ingénita bondad.

Cuando los esclavos se sublevaron contra sus amos y los pasaron a cuchillo, Eustaquio logró salvar la vida a más de cuatrocientos blancos, sin que ello significase hacer traición a sus hermanos de raza. Ayudó a su propio amo, el señor Belin, a embarcarse en un buque que zarpaba para Estados Unidos, y considerándose aún como esclavo, se embarcó también. El buque fue apresado por un barco inglés, y mientras la tripulación quedaba prisionera, el negro fue declarado hombre libre.

Eustaquio se aprovechó de la coyuntura para burlarse de los ingleses y distraer su atención; libertó y armó a sus compañeros que, blandiendo hachas, rindieron a sus aprehensores y siguieron su viaje hacia Baltimore. Allí prosiguió Eustaquio su obra, obteniendo seguro asilo para los emigrados blancos.

El señor Belin, cuando estuvieron en salvo sus compañeros, aventuróse a volver a Santo Domingo, y en tal empresa lo acompañó Eustaquio. Pero la vida de los franceses corría peligro aun en la isla; y Belin se vio obligado a huir de nuevo cuanto antes del interior a la costa. Perdiólo de vista Eustaquio, pero procuró poner a salvo parte de sus intereses, y cuando por fin volvió a descubrir el paradero de su dueño, le entregó el caudal y, después de libertarlo de todo riesgo, se embarcó con él a bordo de un buque que salía también para Baltimore.

Uno de los numerosos actos que prueba la devoción que el negro tenía a su amo es la tenaz perseverancia con que aprendió a leer. El motivo que a ello le impulsó no podía ser más noble. Habiendo notado que su amo tenía la vista más débil cada vez, Eustaquio buscó una persona que le enseñara, y todos los días a las cuatro de la madrugada daba secretamente su lección, con lo cual llegó a servir de lector a su anciano amo.

No es menester decir que, agradecido, el señor Belin le concedió la libertad y le dejó sus bienes, que Eustaquio invirtió en socorrer a los pobres, aunque él era uno de los más necesitados, puesto que vivía estrechamente.