NARRACIONES DE LA INSURRECCIÓN INDIA


En la gran insurrección india contra Gran Bretaña, que estalló a mediados del siglo pasado, fueron muchos los héroes que llevaron a cabo proezas admirables. De dos conmovedores actos de deliberado sacrificio personal, ocurridos ambos al principio de la rebelión, vamos a dar cuenta a continuación.

Comenzó ésta en Meerut, el 10 de mayo de 1857, cuando después de haber muerto a sus oficiales marcharon algunos regimientos de cipayos sobre la gran ciudad de Delhi, antigua capital del imperio mongol.

Ya por la mañana pudo verse cómo se acercaban a Delhi numerosas tropas montadas, y en breve corrió de boca en boca la voz de que se había levantado el ejército y tocaba a su fin el gobierno de los blancos en la India. Acuarteláronse las tropas; y las turbas furiosas se echaron a la calle en busca de ingleses que matar.

Había en la central de telégrafos un joven oficial que permaneció firme junto al aparato y transmitió por los hilos la noticia a todos los puntos del Penyab. Las palabras del mensaje revelan su sangre fría: “Han llegado los cipayos procedentes de Meerut, e incendiado cuanto han encontrado en su camino. Ha muerto míster Todd; y según he oído, varios europeos estamos cercados”. Apenas habían transmitido los alambres este despacho, cuando los insurrectos los cortaban.

La otra hazaña digna de recuerdo es la del teniente Willoughby y sus ocho bizarros compañeros, que tenían a su cuidado la guardia del polvorín, donde había almacenada gran cantidad de pólvora y municiones. Los insurrectos se habían propuesto apoderarse de él a la primera ocasión. El lugar era muy fuerte. Aquellos nueve hombres, pues no eran más, consiguieron defenderse por algunas horas, pero cuando ya no pudieron resistir, decidieron volar el polvorín y sucumbir antes de que cayera en manos de los rebeldes.

Aquellos valientes emplazaron los cañones donde podían producir mejor efecto, y extendieron un reguero de pólvora desde el polvorín al patio donde ellos se defendían. Uno de los defensores, llamado Scully, tenía encargo de pegar fuego al reguero en cuanto recibiera la señal. No tardaron en quedar los nueve valientes cercados por los insurrectos; intimáronles éstos la rendición, mas tal proposición fue despreciada. Ya estaban colocadas las escalas contra la muralla para el asalto y la reducidísima guarnición mantenía aún a raya a los agresores, que eran rechazados una y otra vez.

Entretanto espesábanse más y más las filas del enemigo. No había esperanza de auxilio; los asaltantes se precipitaban con ímpetu hacia las escalas, y en pocos momentos coronaban el adarve. Repentinamente estalló un terrorífico estruendo y quedó nublado el cielo por una densa columna de humo. Quedaba consumado el sacrificio. Scully había pegado fuego al reguero y el polvorín era ya un montón de ruinas, bajo las cuales yacían los asaltantes. Scully pereció, y fue verdadero milagro que sobreviviera el resto de los defensores. Cinco de éstos obtuvieron la cruz de Victoria; Willoughby estaba herido y falleció pronto en Meerut.

Otro bravo fue Golab Jan, ordenanza de míster Greathed, comisario de Meerut. Cuando los rebeldes quisieron asaltar la casa de éste, corrió la familia gran peligro, y para salvar aquellas vidas expuso la suya Golab Jan, saliendo al encuentro de los amotinados y diciéndoles que tanto o más que ellos aborrecía a los blancos. Entusiasmado con tales palabras el populacho, se alejó de la casa, y así les fue posible escapar al comisario inglés y a su familia, aunque de seguro hubiera sido asesinado Golab Jan, si hubiesen descubierto los insurrectos que los había engañado.


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