Microbios que dejan de vivir para luego resucitar
Pero acaso nadie hubiera podido sospechar el hecho, comprobado hace unos pocos años, de que ciertos microbios, que no viven ni cinco minutos a la temperatura del agua hirviendo, pueden conservarse en el aire líquido por espacio de seis semanas seguidas, y quizá más, después de lo cual reviven. Este notable descubrimiento puede explicarse en la actualidad casi sin temor a equivocarse. No nos figuremos que la vida de los microbios sigue su curso normal mientras se hallan expuestos a un frío tan espantosamente intenso.
Parece como si la vida de esos seres se paralizara, pero sin que por eso se mueran. No queda destruido el principio esencial de que depende su vida; de modo que, cuando se los saca del aire líquido, pueden, por decirlo así, empezar otra vez a vivir, a pesar de que, mientras estaban en el líquido, el frío era demasiado intenso para que pudieran realizarse aquellas acciones químicas necesarias al desenvolvimiento de la vida.
Estamos aprendiendo que la vida depende de la acción de ciertos elementos, o sea de unos compuestos químicos extremadamente complicados, que poseen la notable facultad de originar y de mantener determinadas reacciones químicas en los cuerpos que los rodean. Todos los fermentos conocidos son destruidos por el calor con muchísima facilidad.
Si tomamos un poco de pepsina, fermento del estómago, u otro fermento cualquiera, y lo hacemos hervir por espacio de uno o dos minutos, ya no volverá a ser capaz de efectuar ningún trabajo digestivo. Así se explica el motivo por el cual el calor destruye tan rápidamente a los seres vivientes. Se mueren, porque los fermentos, sin los cuales no pueden vivir, son descompuestos por el calor; y como ya no existen cuando se enfría el cuerpo, la vida no puede reanudarse, pues no se forman nuevos fermentos más que partiendo de otros fermentos de la misma especie. Esto último es lo más maravilloso de cuanto se refiere a dichos fermentos.
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