Patrimonio instrumental de la música americana


Largo resultaría realizar un estudio completo de los instrumentos de América. Nos limitaremos a decir que se reducen a dos fundamentales: la flauta y el tambor, de los que deriva una interesante variedad de instrumentos que enriquecen el patrimonio cultural del Nuevo Mundo. Después de la conquista y la ocupación entraron otros instrumentos, como el violín, la guitarra y el arpa, algunos de los cuales adquirieron características propias, como el arpa paraguaya.

Dentro del grupo de los tambores, curiosos son los de tierra, que se lograban colocando un tronco hueco de palmera en un gran foso cavado en la tierra, que hacía las veces de caja de resonancia. Tal sistema, con algunas variantes, fue usado por casi todos los aborígenes de América no sólo como instrumento musical, sino como una verdadera telegrafía sin hilos, ya que mediante golpes especiales las distintas tribus podían comunicarse entre sí para prevenir un peligro o anunciar la presencia de un enemigo. En México se fabricaron tambores gigantescos con la madera de grandes troncos ahuecados, conocidos con el nombre de teponaxtle, que fueron usados para sus danzas rituales y guerreras. También se emplean como instrumentos de percusión calabazas desecadas y ahuecadas, con objetos duros en su interior; dichas formas rudimentarias pasaron a los conjuntos modernos de música popular centroamericana o brasileña con el nombre de maracas. Otros instrumentos de sonidos indefinidos fueron las llamadas matracas, con las que se obtenían una serie de ruidos ensordecedores.

Como instrumentos de viento figuran todas las variantes posibles de la flauta. La más corriente fue la vertical de caña de bambú o de arcilla, con la que alternaron otras dobles, en forma de V y una sola embocadura. La más popular es la quena del altiplano boliviano-argentino, y la más original una flauta nasal, en forma de disco, con perforaciones que los aborígenes hacían sonar con el aire de las fosas nasales en lugar de la boca. Junto a ellas se destaca la trutruca chilena, especie de flauta gigante, de caña, que a veces llega a dos metros de largo.

Dentro de los instrumentos de cuerda, la guitarra, que, como se sabe, fue la compañera inseparable del gaucho de la pampa, llegó a convertirse en típicamente nacional en algunos países como Argentina, Venezuela y México. Los instrumentos de cuerda frotada entraron tardíamente en América, pero luego desempeñaron relevante papel. Recordemos al respecto a san Francisco Solano, que consiguió aplacar la naturaleza belicosa de ciertos aborígenes de Argentina y Perú con las dulces melodías de su violín. Se conocen, además, algunas formas rudimentarias y otras muy primitivas de este instrumento, como el arco sonoro de los indios de la Patagonia (Argentina), fabricado con una costilla de caballo a cuyos extremos ataban una cerda tirante que frotaban con una pluma de ave, para obtener sonidos apenas perceptibles al oído.

Del patrimonio instrumental de América se destacan el erke, instrumento rústico a modo de gigantesca trompa de cañas, y el charango, pequeña guitarra de cinco cuerdas, usados por los indios del Perú, Bolivia y altiplano argentino. Las cuerdas del charango se pulsan con los dedos; su caja de resonancia se hace con el caparazón de un animal insectívoro, el armadillo, al que los aborígenes llamaban quirquincho.