Diversas clases de edificios góticos y sus características


El mundo gótico, por lo que al arte respecta, descolló especialmente en la arquitectura.

La técnica y la decoración, que dejamos explicados en líneas generales, estuvieron al servicio de una sociedad profundamente religiosa, por lo que hace a lo espiritual, y que batallaba por conseguir la independencia del hombre común de la autoridad que hasta ese momento ejercieron sobre él los señores feudales.

Durante el feudalismo éstos construyeron castillos, y la Iglesia, monasterios, construcciones típicas, ambas, de la campaña.

En el momento del desarrollo gótico, un cambio fundamental se produce: crecen en extensión y autoridad las ciudades, y en ellas adquiere importancia el edificio asiento de la cátedra del obispo, la catedral, y aquel otro, asiento de la autoridad de la ciudad, el palacio comunal. Claro está que también los arquitectos góticos realizaron otras edificaciones, como abadías, capillas, nuevos castillos, lonjas para las asociaciones de industriales y comerciantes, puentes y fortificaciones. Pero en aquellos tiempos, hasta constituir un símbolo de los mismos, el edificio más importante fue la catedral, que, erigida con tanta originalidad, sirvió a la fe exaltada de los hombres de entonces.

La construcción de esos portentos no estuvo exenta de riesgos. Más de una vez sufrieron sus obras lamentables derrumbes; en otras ocasiones largas interrupciones afectaron la natural correlación de los trabajos en el tiempo y la unidad de estilo, pues al proseguirse las obras detenidas por diversas circunstancias, eran éstas realizadas según las novedades que en ese momento presentaba el estilo.

Acerquémonos con la imaginación a una catedral y tratemos de comprenderla:

Su exterior. El monumento, levantado en lugares de la ciudad hábilmente elegidos para su mejor decoro, nos atrae, nos impresiona como pieza de arte o nos sobrecoge por la significación del esfuerzo realizado por el hombre en su erección.

Ese esfuerzo, bello ejemplo de solidaridad en el trabajo, acusa una auténtica unidad en su proyecto y ejecución, obra por lo común de arquitectos laicos que sustituyeron a los monjes otrora realizadores de la obra de estilo románico. La alianza, en sus trabajos propios, de picapedreros, de albañiles, de escultores y pintores, de vidrieristas y forjadores, constituye un ejemplo de la labor en equipo sin pretensiones de dominar unas técnicas sobre otras. Y el casi absoluto anonimato en lo que hace a la personal intervención de quienes concurrieron con su esfuerzo, en el llamado taller de la catedral, a la realización de los trabajos constituye un emotivo y permanente ejemplo de humildad.

Después de recorrer la amplia plaza delantera, alcanzamos la fachada principal, cuya arquitectura se presenta, a lo ancho, con dos secciones laterales, que configuran el nacimiento y elevación de las torres y ofrecen las entradas laterales, y una sección central donde juega, por lo bajo, la presencia del portal principal y, más arriba, la forma elegante del gran rosetón.

Observada la fachada de abajo hacia arriba, tres fajas la caracterizan: la baja, donde lucen los portales profusión de esculturas; la central, dotada de grandes ventanales que enmarcan el rosetón y una faja de sucesivas estatuas aisladas. Por último, la superior, de donde arrancan las majestuosas y elevadas torres.

Las fachadas laterales ostentan portales secundarios en los extremos del llamado crucero; largas filas de ventanales, a veces rosetones menores, un tímpano que corona la zona de los portales y el juego necesario y armonioso de los contrafuertes, los arbotantes y los numerosos pináculos, que a veces rematan en pirámides y a veces ostentan esculturas de pie.

Finalmente, el contrafuerte, o fachada posterior, prosigue los lincamientos y decoraciones do los frentes laterales, pero se caracteriza por el saliente semicircular del ábside, posición que en el interior del templo corresponde al ambulacro o pasillo circular alrededor del altar mayor.

Su interior. Al transponer la entrada donde el mundo escultórico del portal atrajo nuestra atención, la maravilla del recinto induce al recogimiento. Hallamos una superficie -que llamamos planta del edificio-descompuesta en tres y a veces en cinco largos rectángulos, cubiertos a considerable altura por bóvedas, rectángulos a los que denominamos naves. Sus bóvedas descansan sobre nervaduras que se unen al centro en una roseta decorativa, de la que penden, en ciertos casos, lámparas metálicas, y terminan, en su extremo bajo, apoyándose en los capiteles de las columnas. A más de la mitad de su longitud, las naves, sea la del centro, calificada como principal; sean las de los costados, llamadas naves laterales, se ven interrumpidas por el desarrollo de una nave transversal, denominada crucero, en cuyos extremos, salientes sobre las fachadas laterales, se abren los portales secundarios antes descritos.

La nave central, admirablemente elevada, carece de interrupciones en su desarrollo; las laterales suelen ofrecer uno o dos pisos, cuya altura total es sensiblemente inferior a la de la nave central, y las recorre una galería de gran carácter decorativo llamada trijorio.

Finalmente, en la parte posterior, redondeada en semicírculo, se asocian las naves recorriendo y formando el llamado ábside, a veces enriquecido por pequeñas y sucesivas capillas denominadas absidiolos.

Pulpitos de piedra o de madera tallada, ricos coros para uso de los canónigos, órgano sonoro y altares severos y de refinada escultura se destacan sobre las paredes de piedra desnuda, perforadas por las hermosas vidrieras que tamizan la luz.

Quien tenga la singular fortuna dé visitar una de estas catedrales monumentales guardará de ella, sin duda alguna, imborrable recuerdo.