VANDERBILT - Arturo Cuyas Armengol
Para ganar el sustento un joven marino hacía el servicio diario de pasajeros entre Nueva York y la isla Staten, que está en la misma bahía. Al cabo de un año quiso comprar un bote, el mismo bote en el cual trasladaba a fuerza de remos a sus numerosos clientes. Como no le alcanzaba el dinero, fue a pedírselo prestado a un antiguo condiscípulo, su amigo Jacobo Baker, cajero de un gran banco neoyorquino.
Durante la conversación, Baker le preguntó si tomaba alcohol, y nuestro marinero le respondió que gustaba frecuentemente, al terminar el trabajo, tomar un trago.
-Eso es malo -le dijo Baker-; procura no beber, y si en un año no has tomado una sola copa de licor, vuelve y te prestaré el dinero que necesitas.
Volvió al año nuestro hombre, que era muy honrado y sincero, y le dijo al amigo que se había abstenido por completo de beber y por consiguiente le solicitaba el préstamo.
-Está muy bien -dijo Baker-, pero antes quiero saber una cosa. ¿Juegas?
-Alguna que otra vez, para entretenerme. Cuando no tengo nada que hacer, juego con mis compañeros.
-Pues, disculpa, pero prestar dinero al que juega es peligroso. Deja de jugar y vuelve de aquí un año.
Así lo hizo el pobre barquero, y cuando se presentó nuevamente a su amigo, asegurándole que ni jugaba ni bebía más, Baker le preguntó:
-Dime, se me ha olvidado de preguntarte una cosa, ¿fumas?
-Sí -respondió el marino-; cuando acabo de remar y he desembarcado a mis clientes suelo encender mi pipa.
-Éste es un gasto inútil -contestó Baker-. Y la nicotina es un veneno. Abstente de fumar, y vuelve dentro de un año.
Pasado el año, el barquero fue a visitar al cajero otra vez.
-Vengo a darte las gracias por tus buenos consejos, y a decirte que ya no necesito el préstamo, pues con los ahorros que he hecho al no beber, fumar ni jugar en tres años, me he comprado el bote y dos chalupas más.
El joven marinero no era otro que el famoso Vanderbilt, célebre multimillonario estadounidense.
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