CÓMO LLEGARON A OÍDOS DEL REY LAS MALAS NOTICIAS


Cuéntase una buena anécdota de aquel extraño personaje que se llamó en vida Federico el Grande de Prusia. Era este monarca hombre violento, arrebatado, iracundo, y, sin embargo, deliraba por la música y gustaba tener entre sus cortesanos a sabios y distinguidos filósofos, como Voltaire. Todos sus súbditos lo temían, porque tan pronto se reía y chanceaba, como ordenaba la ejecución de una sentencia de muerte o de unos cuantos azotes.

El único ser al que amaba apasionadamente era su caballo, el más hermoso corcel que pueda imaginarse, digno de un rey, y tan inteligente que no tardó en ablandar y conquistar el corazón del monarca.

Un día en que éste se hallaba enojadísimo y muy atareado, supo que su caballo favorito estaba enfermo.

En un acceso de furor, sintiendo su propia insignificancia al no poder ni siquiera salvar la vida a un caballo, a pesar de ser un gran monarca, hizo pregonar que aquel que le diera la noticia de que el caballo había muerto sería inmediatamente ahorcado.

Pasaron algunos días, sin que cambiara el estado del noble animal, pero una mañana los pajes, al hacer su visita por las caballerizas, encontraron a un mozo de cuadra que les dijo que el caballo había muerto.

Fácilmente se comprende la consternación de aquellos hombres.

¿Quién se atrevería a decírselo al rey? ¿Quién iba a correr el riesgo de morir ahorcado? Allí permanecieron hablando y proponiendo varios planes, hasta que llegó la hora de redactar el boletín para entregarlo a Su Majestad. En aquel momento uno de los caballerizos dijo al mozo de cuadra que no tuviese miedo y él mismo se presentó al rey.

-¡Hola! -dijo Federico-, ¿cómo está el caballo?

-Señor -replicó el caballerizo-, el caballo continúa en su sitio. Está echado y no se mueve. No tiene fuerzas y no come. Tampoco bebe, ni duerme, ni respira, ni...

-Entonces -exclamó impacientemente el rey- es que ha muerto.

-Su Majestad ha dicho la verdad -replicó tranquilamente el caballerizo-. Su Majestad, es quien primero ha dicho que el caballo ha muerto.


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