SANTA FE DE LA VERA CRUZ
Estamos a 15 de noviembre de 1573 en América del Sur; el capitán general Juan de Garay, que acaba de fundar un pueblo en la margen derecha del río Paraná, se halla ocupado dirigiendo los trabajos de erección del fuerte que ha de defenderlo de las acometidas de los temibles timbóes, cuando un grito que parte del bosque vecino lo llena de inquietud.
Acude presuroso con algunos hombres de armas y, en lugar de hallarse, como teme, ante un ataque de los indios, ve acercársele un grupo de los suyos que traen, jubilosos y con gran veneración, un objeto hallado en aquel bosque.
-¡Milagro! ¡milagro! -exclaman.
-Capitán, hemos hallado algo de gran valor. ¡Es un verdadero milagro!
-¿De qué se trata?
-Una cruz, capitán, una cruz primorosamente labrada, que hallamos oculta dentro del tronco de un árbol secular que derribamos para construir la capilla -prosiguió el oficial que relataba el prodigioso acontecimiento, alcanzándole una pequeña cruz de madera, primorosamente labrada.
La profunda fe religiosa de los colonizadores vio, en aquella cruz, señal indudable de la protección del cielo hacia la naciente población y, por tal motivo, su fundador agregó al nombre de Santa Fe, que ya le había dado, el «de la Vera Cruz», en recuerdo del misterioso hallazgo. El pueblo que se llamó desde entonces Santa Fe de la Vera Cruz, es la actual ciudad de Santa Fe, capital de la provincia argentina del mismo nombre.
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