ESPÍRITU DE JUSTICIA
Ejerciendo el cargo de naib o corregidor de la ciudad de Esmirna, el rey Mourad ordenó que se inspeccionaran las pesas y medidas usadas por los comerciantes, y que fueran castigados con severas penas aquellos que, usándolas ilegales, defraudaban al pueblo. El padre de Mourad se contó entre los comerciantes que habían incurrido en aquella falta, y el día de la inspección presentó a la comisión presidida por su hijo las pesas y medidas ilegales que había usado, suponiendo que aquel no haría castigar a su propio padre; pero, por desgracia para él, se equivocó; pues Mourad le aplicó todo el rigor de la ley, condenándolo a una multa y a un castigo corporal, con lo cual hizo honor a su cargo.
La sentencia fue pronunciada sin dilación, después de lo cual, arrodillándose el hijo a los pies del padre, díjole: "Señor; he cumplido mi deber para con Dios, para con mi patria y para con mi soberano. Permitidme ahora que lo cumpla para con mi padre, pidiéndoos la bendición. Faltasteis al cumplimiento de vuestro deber y merecisteis por ello el castigo que la ley, y no yo, os ha impuesto, aunque no ha dejado de causarme gran pena haber tenido que ser el instrumento encargado de hacer llevar a cabo aquel castigo. Compadecedme, señor, porque, escuchando tan sólo la voz de la conciencia, que me ordena ser justo, me he visto en la necesidad de hacerlo". El suceso llegó a oídos del sultán, que premió la rectitud del joven elevándolo a un puesto de mayor categoría.
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