Cierra el libertador su gloriosa carrera militar y muere casi en la miseria y el olvido
Llegó el año 1828, y Bolívar, después de catorce años como jefe supremo, se retiró a la vida privada para huir de la crítica y las intrigas de sus enemigos. Sin embargo, su retirada no tuvo el efecto de calmar los ánimos; y las continuas amenazas, hasta del mismo Santander, tanto le irritaron que regresó a Bogotá a la cabeza de un ejército y asumió de nuevo el poder supremo. Poco después se efectuó un atentado contra su vida, del cual logró escapar ileso. Santander y otros fueron arrestados como instigadores del complot y, aunque sentenciados a la última pena, fueron expatriados a instancias del mismo Bolívar.
Transcurridos dos años, presentó el Libertador su renuncia al poder supremo, que le fue aceptada, y salió de Bogotá para Cartagena. Allí se vio obligado a permanecer por falta de recursos con que trasladarse a Europa, pues había agotado su cuantiosa fortuna en aras de la causa revolucionaria.
En Cartagena le sorprendió la infausta noticia del asesinato de Sucre, y el golpe fue demasiado fuerte para su ánimo ya quebrantado. Agravóse su tuberculosis, y se retiró a una casa de campo en San Pedro Alejandrino, en Colombia. Allí falleció el 17 de diciembre de 1830.
La posteridad le ha hecho merecida justicia, y hoy su nombre es pronunciado en América como el de una de las figuras más augustas de la guerra por la independencia americana.
Casi todas las capitales de los países del Nuevo Mundo hacen honor en sus paseos y edificios públicos al glorioso nombre de Simón Bolívar, el Libertador.
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