Un paseo por Santiago de Chile, la bella capital de la república


Desde Valparaíso a Santiago el viaje se hace por ferrocarril en poco más de cuatro horas. El trayecto llama la atención por lo ameno y variado de sus paisajes. La línea férrea atraviesa valles fertilísimos y bien cultivados, abruptas serranías de formas caprichosas, y suaves colinas, cubiertas de viñedos, pastos y matorrales pintorescos. Al fin el tren penetra en el gran valle donde se asienta la capital de Chile. Este valle, situado entre la imponente cordillera de los Andes y otra cadena de montañas, mucho menos importante, que lo cerca del lado de la costa, se prolonga de norte a sur, por un espacio de cerca de mil kilómetros, y encierra los campos más productivos y poblados de Chile.

Santiago tiene más de un millón y medio de habitantes, y es una de las más grandes ciudades de Sudamérica. El viajero que desee tener una idea general de su importancia y de las bellezas que encierra debe contemplarla desde lo alto del cerro de Santa Lucía, pequeña colina pedregosa situada casi en el centro de la ciudad, y que la industria humana ha convertido en un parque soberbio.

Desde la cumbre de Santa Lucía vemos a Santiago extendido a nuestros pies, encuadrado en un marco de eterna verdura, con sus calles tiradas a cordel, sus palacios suntuosos y las innumerables torres de sus iglesias. El río Mapocho, pequeño torrente que baja de las cordilleras, la atraviesa de oriente a poniente. La Alameda de las Delicias, magnífica avenida de cien metros de ancho, adornada de árboles, jardines y estatuas, la atraviesa, también diagonalmente y casi en la misma dirección. El parque Cousiño, la Quinta Normal, el Parque Forestal y el del Centenario, e infinitas quintas y jardines particulares, forman una cintura de follaje alrededor de la capital de Chile.

Si extendemos nuestra vista hacia el oriente, gozamos del espectáculo incomparable de la cordillera de los Andes, casi dos veces tan elevada allí como los Alpes de Suiza, vestida del albo ropaje de sus nieves eternas, que el sol de la tarde colora de rosados arreboles.

Hacia el poniente se destacan los cerros de la costa; allá, entre las montañas, el valle central extiende hasta perderse de vista sus campos primorosamente cultivados, y por encima de todo brilla el purísimo cielo azul.

Aunque Santiago cuenta con más de cuatro siglos de existencia, porque fue fundado en 1541, la mayor parte de sus edificios son modernos.

Chile era demasiado pobre, en lo antiguo, para que su capital pudiera ser adornada con monumentos dignos de ser conservados para el futuro.

La iglesia de San Francisco y su claustro fueron construidos a principios del siglo XVII, y pueden darnos una idea de lo que eran los edificios de la Colonia; la Catedral es del siglo xviii, pero ha sido tan transformada, que poco se conserva hoy de su aspecto primitivo. La iglesia de Santo Domingo, de los últimos tiempos de la Colonia, es un templo soberbio, construido todo de piedra, y mucho más interesante desde el punto de vista del estudio de lo antiguo. La Moneda, que es el palacio del gobierno y la residencia del presidente de la República, es de la misma época, y, seguramente, uno de los mejores edificios coloniales de América. Su aspecto de severa elegancia nos da una idea completa del arte español en aquella época.

Entre los modernos palacios de Santiago sobresalen el del Congreso Nacional, el de los Tribunales, el del Museo de Bellas Artes y el de la Biblioteca Nacional.

Santiago ofrece al viajero estudioso muchos recursos para pasar el tiempo con provecho y agrado. En la Quinta Normal, que es a la vez un parque magnífico, jardín zoológico y botánico y granja modelo, encontramos el Museo de Historia Natural, uno de los más ricos de Sudamérica, y varios establecimientos e institutos en que podemos conocer a fondo la agricultura del país.

El Observatorio Astronómico, a pocos kilómetros al sur de la capital, está a la altura de los más importantes establecimientos de este género.

En el Museo de Bellas Artes encontramos las más hermosas producciones del arte chileno, así en pintura como en escultura, y en el Museo Histórico podemos contemplar las costumbres de las pasadas generaciones y las reliquias de los hombres que fueron útiles a su patria.

La Biblioteca Nacional encierra, además de una gran cantidad de libros sobre todos los ramos del saber humano, valiosísimos archivos indispensables para estudiar la historia de Chile y de América española.

Todos los alrededores de Santiago son muy hermosos, pero debemos recomendar sobre todo una excursión en ferrocarril al alto valle del río Maipo, que corre en medio de las cordilleras a pocos kilómetros de la capital. El espectáculo es tan bello como el que ofrecen los tan celebrados de Suiza, pero más grandioso y silvestre.