Otras rutas para llegar desde Europa a la capital chilena
Ya hemos dicho anteriormente que el camino antes descrito no es el único para llegar a la capital de Chile, y que los viajeros venidos de Europa prefieren de ordinario tomar un vapor que los conduzca ya sea directamente a los puertos de Chile, ya sea sólo hasta Buenos Aires, desde donde existe un ferrocarril a Santiago y Valparaíso, que atraviesa la cordillera de los Andes. Antes de continuar nuestra excursión por Chile daremos una idea de estos otros dos caminos.
Los vapores que parten de los puertos de Europa se detienen primeramente, con el objeto de renovar su provisión de combustibles, en un puerto de las costas de África, o en alguno de las islas Canarias, Madera o de Cabo .Verde.
La siguiente escala es de ordinario Río de Janeiro, la suntuosa capital de Brasil, cuyo panorama es tan celebrado por todos los viajeros.
El vapor arriba después a Montevideo, capital y principal puerto de Uruguay, a la entrada del río de la Plata. A la verdad, aquello no parece un río, porque el Plata es tan ancho, que navegando por él no se descubren sus orillas, y si no fuera por el color turbio de las aguas, el viajero se creería en alta mar.
Los vapores con destino a Chile siguen desde Montevideo al Sur, hasta entrar en el estrecho de Magallanes, vasto brazo de mar que une las aguas del Atlántico con las del Pacífico. Aquél sí que parece un gran río de agua salada, y el viajero puede recrearse con los majestuosos paisajes que adornan sus orillas. Los buques y las montañas nevadas alternan allí con las llanuras desiertas.
En el estrecho de Magallanes nos encontramos ya en ámbito chileno. El vapor se detiene en Punta Arenas, que es la capital de aquel territorio, y la ciudad más austral de Chile. Las tierras que rodean el estrecho, en la parte que no están ocupadas por bosques, son muy apropiadas para la cría de ganados, especialmente de ovejas, por lo que la lana es el principal producto de Magallanes.
En el estrecho y en sus vecindades vagan todavía los últimos restos de varias tribus sumidas en la mayor barbarie. Son los indios llamados fueguinos, que no saben ni siquiera labrar la piedra. Se alimentan de pescados y mariscos, y pasan la mayor parte del tiempo en canoas. Algunas veces estos desgraciados son admitidos a bordo de los buques que navegan por aquellos parajes.
El mar del sur de Chile está salpicado de archipiélagos formados de innumerables islas. Ciertas líneas de vapores, a fin de evitar las tempestades, frecuentes en los mares australes, siguen su camino, desde Magallanes hacia el Norte, por los canales que separan esas islas del continente, donde encuentran aguas tan tranquilas como las de un río. El viaje es así un poco más largo, porque en esos estrechos canales sólo puede navegarse de día, pero en cambio el viajero tiene allí mil objetos con qué recrear la vista. Los tan celebrados fiordos de Noruega, que atraen todos los años en Europa a millares de turistas, no son más hermosos que esa costa. A pesar de la suavidad del clima, que permite a los bosques conservar todo el año su verdor, los ventisqueros descienden hasta el nivel del mar, reproduciendo un espectáculo que, según los sabios, sólo era posible, en otros parajes, en antiguos períodos de la vida de la Tierra.
Después de Punta Arenas el vapor se detiene en el puerto carbonero de Coronel, situado en la extensa bahía de Arauco. Este nombre de Arauco nos recuerda que nos encontramos en el célebre país de los araucanos, de que nos ocuparemos más adelante. Los alrededores de Coronel son muy hermosos. No lejos de allí, en Lota, que es otro puerto carbonero, existe el más suntuoso parque particular de Chile, en el cual pueden admirarse, dentro de un espacio relativamente reducido, las magnificencias de la vegetación del Sur.
El siguiente puerto de escala es Talcahuano, en otra bahía más pequeña pero mejor abrigada que la de Arauco. Talcahuano es el puerto de Concepción, una de las ciudades más antiguas, más prósperas y más bellas de Chile, asentada a orillas del Bío-Bío, río ancho y caudaloso, y a poca distancia de su desembocadura en el mar. Las tierras que riegan el Bío-Bío y sus afluentes fueron teatro, en tiempos pasados, de la eterna guerra entre los conquistadores españoles y los indios araucanos, que jamás aceptaron la dominación de los europeos, y que supieron defender su independencia por más de tres siglos.
Después de Talcahuano llega el vapor a Valparaíso, el puerto de Santiago, que ya conocimos en nuestro anterior itinerario.
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