El árido aspecto de la riquísima costa norte de Chile
Continuando nuestra navegación hacia el Sur, llegamos a Arica, el más septentrional de los puertos chilenos. El norte de Chile carece de lluvias, como la costa de Perú, y allí todo es seco y árido. Los alrededores de Arica poseen, sin embargo, alguna vegetación, porque junto al puerto desembocan en el mar dos pequeños torrentes, que sirven para regar los campos. Arica era antes una ciudad peruana, pero fue cedida a Chile después de la guerra del Pacífico. Junto al puerto se levanta un cerro cortado a pico, llamado el Morro de Arica, que fue teatro de una sangrienta batalla durante dicha guerra. Los chilenos tuvieron que tomar ese morro, que fue heroicamente defendido por los peruanos.
Desde Arica parte un ferrocarril para Bolivia, que es una república enclavada en el centro de América del Sur, y que, por falta de puertos propios, debe servirse para su comercio de los de Perú y Chile, como salida para su producción.
Nuestro vapor se detiene enseguida en el puerto de Iquique, uno de los más importantes del norte de Chile. Los horribles desiertos que rodean esta ciudad son muy ricos. En ellos se encuentra el salitre, que es una sustancia muy útil, porque sirve para abonar los campos de los países en que el cultivo de largos siglos ha empobrecido las tierras. El salitre sólo se encuentra en esa parte de Chile, y no lo hay en ningún otro punto del globo. Es objeto de un comercio muy considerable, y todos los años salen centenares de buques que lo llevan a Europa, a Estados Unidos de América y a otras regiones del mundo, donde se lo utiliza en gran escala.
Muy interesante es hacer un viaje en ferrocarril desde Iquique hasta los depósitos de salitre. Los campos del trayecto son secos y áridos, y no se ve en ellos ni una brizna de hierba. Nadie diría que de ese desierto sale un producto destinado a convertir en fértiles otras tierras, al parecer más favorecidas por la Naturaleza.
El salitre, antes de ser embarcado, debe ser refinado en costosos establecimientos que se llaman oficinas. La preciosa sustancia, que se encuentra a flor de tierra, en vastas extensiones llamadas pampas, es extraída a fuerza de cargas de dinamita, y conducida a estanques con agua hirviendo, donde queda purificada. La vida en las salitreras es áspera y ruda. Las comodidades y lujos de la vida moderna no se encuentran allí, en medio de aquellos desiertos que son, a primera vista, inhabitables.
Después de Iquique hacemos escala en Antofagasta, otro importante puerto de la región salitrera, que posee además un ferrocarril que conduce a Bolivia, como el de Arica.
Los territorios que rodean a Iquique y Antofagasta contienen otras sustancias útiles, además del salitre. Hay allí minas de oro, de plata y de cobre, depósitos de guano, de boratos y de muchas otras sustancias químicas. De modo que aquella comarca, a pesar de su aspecto ingrato, es de las más ricas del mundo.
Desde Iquique o desde Antofagasta podríamos llegar por ferrocarril hasta Santiago, pero el viaje por tierra resulta muy fatigoso, y será preferible que continuemos embarcados. Nuestro próximo punto de escala es el puerto de Coquimbo, por los 30 grados de latitud, es decir, a igual distancia del ecuador que Egipto en África y Florida en América del Norte, que son lugares bastante cálidos.
Coquimbo, sin embargo, goza de un clima delicioso, y el calor es allí tan desconocido como el frío. La causa de esto es que el mar que baña las costas de Chile y Perú está refrescado por una corriente que viene del polo y que se prolonga hasta las cercanías del ecuador.
En Coquimbo ya no estamos propiamente en un país desierto; los cerros se encuentran cubiertos de matorrales, y en la estación de las lluvias, que allí, como en todo el centro de Chile, es el invierno, los campos se visten de flores y de verdura. No está de más advertir que nos encontramos en el hemisferio Sur, y que aquí es invierno cuando en Europa y América del Norte es verano.
Coquimbo está situado en una bahía muy extensa y bien abrigada. Desde la cubierta del vapor pedemos divisar, allá lejos, en la costa, las torres de una ciudad cuyas casas oculta el follaje siempre verde de exuberantes huertas. Esa ciudad es La Serena, una de las más antiguas de Chile, pues fue fundada por los primeros conquistadores, a mediados del siglo xvi. Gracias a la dulzura de su clima, en La Serena, y en los fértiles valles regados que la rodean, se producen casi todos los frutos y hortalizas del mundo, no sólo los que son propios de los climas templados, sino muchos de los que sólo prosperan en la zona tropical y subtropical.
La provincia de Coquimbo es también muy abundante en minas, principalmente de cobre, de manera que su territorio es asimismo uno de los más ricos de Chile.
Los vapores salvan por lo general en una noche la distancia que separa a Coquimbo de Valparaíso.
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