El crecimiento de Buenos Aires desde las últimas décadas del siglo XIX: la perla del plata


A partir de entonces se registró en ella un extraordinario movimiento de transformación edilicia, política, hospitalaria, comercial e industrial; la población aumentó de una manera prodigiosa, pues los 179.000 habitantes que arrojó el primer censo nacional, en 1869, pasaron a ser 600.000 en 1895, y 1.600.000 en. 1915, época desde la que ocupa el segundo lugar entre las ciudades latinas del mundo, siendo París la primera.

En la actualidad la población del área metropolitana de Buenos Aires se aproxima a los cinco millones y medio de almas, cifra que la coloca en el octavo lugar entre las ciudades más populosas del mundo, el segundo en el Nuevo Mundo y el primero en Sudamérica.

Desde 1810 hasta 1880 coexistieron en ella tres gobiernos: el nacional, el provincial y el municipal, y a menudo surgían cuestiones de etiqueta y de protocolo en las fiestas. En esta situación provisional, la ciudad progresó de una manera lenta e incompleta. La nación no podía gastar sus tesoros en ella porque no era sino una huéspeda en su recinto, y la provincia y la comuna carecían de elementos para hacerlo. De esta manera, la doble capital estaba mal alumbrada y pésimamente pavimentada; carecía de monumentos y de edificación elegante y valiosa, y sus hospitales, pocos y mal dotados, eran verdaderos focos de infección.

Federalizada la ciudad de Buenos Aires con sus alrededores y erigida en capital de la Nación Argentina, su transformación fue rápida y total en todo sentido. Buenos Aires es, hoy, una ciudad moderna y cosmopolita, que conserva pocos recuerdos de los años coloniales, ya que la edificación antigua ha desaparecido bajo la acción de la piqueta demoledora y sólo se conservan algunos viejos edificios, tales como la Catedral y el Cabildo.

Buenos Aires es una de las ciudades más bellas del mundo; los extranjeros que llegan a ella por vez primera, sienten una impresión gratísima, no sólo por las comodidades del desembarco y los tratamientos aduaneros, sino también por la sensación de orden, de limpieza, de bienestar público y de disciplina que revelan las construcciones, los servicios portuarios, el aspecto general del barrio marítimo y de toda la ciudad.

Los monumentales edificios públicos compiten en riqueza y magnificencia con la edificación privada, que ha levantado enormes rascacielos. Parques y plazas ornamentan la ciudad y permiten el solaz y esparcimiento de la población, que en verano puede combatir la canícula en los muchos y amplios balnearios que posee, dentro de su ejido o en sus alrededores, sobre el río de la Plata.

Bellos monumentos, ornamentos de parques y paseos, testimonian a una la gratitud de los argentinos a quienes forjaron la patria, y acendrado amor a lo bello.

Buenos Aires tiene espectáculos de gran categoría, a la par de las más grandes ciudades del mundo, tanto de carácter artístico como deportivo o cultural. Sus universidades, museos y bibliotecas atraen a estudiosos de todas las naciones, en especial de América latina, con la posibilidad de ampliar y profundizar estudios. Hombres de ciencia de gran jerarquía suelen ocupar tribunas y cátedras para dar difusión a las más modernas teorías y conocimientos. El periodismo, que ha alcanzado un portentoso desarrollo, comenzó, en 1801, con la aparición de El Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata. Sus teatros son punto de reunión de destacados valores artísticos mundiales, y sus campos deportivos ofrecen, a menudo, posibilidad de competencias internacionales de gran jerarquía. El comercio y las industrias han alcanzado una gran potencialidad y alto rango. Modernos medios de comunicación y transporte, como el subterráneo y los trolebuses, unen los distintos barrios de la gran urbe.

En suma, la ciudad de Buenos Aires tiene el múltiple carácter de capital social, política, económica, manufacturera y cultural de la República Argentina y del hemisferio austral, y como un París del Nuevo Mundo, es el centro de atracción adonde convergen los americanos para alimento y solaz del espíritu.