La ciudad de Buenos Aires durante las luchas por la independencia y la organización
Al comenzar el siglo xix la ciudad empezaba a notar los efectos de la riqueza y de la cultura, pero carecía, sin embargo, de pavimento y estaba muy mal alumbrada; si bien se habían hecho edificaciones importantes de estilo colonial, el aspecto general poco había variado. El progreso se desarrolló después de la independencia y de la guerra con Brasil, es decir, a partir de 1828.
La paz y la riqueza naciente produjeron un bienestar extraordinario, una verdadera era de romanticismo y de alegría social que se conoce con el nombre de “el año 30”. Algunos viajeros europeos, como el célebre Alcides d'Orbigny, que visitaron la ciudad en esa época, escribieron sus impresiones, encantados por la sociedad argentina, tan culta y distinguida como reducida en número. Aquel ilustre viajero confiesa que creía, a menudo, encontrarse entre lo más elegante de la sociedad parisiense. Las mujeres, de singular belleza, vestían con lujo las más ricas telas que podían ofrecerles Europa y Oriente. Sus peinados eran extraordinarios, los más originales del mundo: usaban los famosos peinetones de carey artísticamente labrados, obras primorosas y monumentales, exageración de las peinetas andaluzas.
Esta época afortunada, que estimuló también el culto de las letras y de la música entre los argentinos, fue un tanto ensombrecida por las agresiones franco-británicas y por la guerra civil, aunque no por ello la cultura argentina interrumpió su evolución. Después de la caída de la dictadura, la ciudad de Buenos Aires acaudilló un movimiento separatista, constituyéndose en cabeza de un Estado independiente que llevaba su mismo nombre. Estos sucesos originaron una guerra civil que duró diez años (1852-1862) entre Buenos Aires y las trece provincias restantes, que formaban la Confederación Argentina, con capital en la ciudad de Paraná; la retirada de Urquiza en Pavón, en 1862, dio por perdida la batalla a las fuerzas confederadas, y Buenos Aires entró nuevamente a formar parte de la República, sobre la base de la Constitución sancionada por el Congreso Constituyente de Santa Fe, en 1853, revisada por una convención del estado de Buenos Aires. Ese momento histórico señala un nuevo punto de partida en la evolución de la ciudad rioplatense.
Comprometida la República para entrar en guerra. contra Paraguay, del lado de Brasil y Uruguay, debió soportar Buenos Aires, a cuyos políticos se responsabilizaba del giro que había tomado el conflicto, la repulsa de todas las provincias, en las que la contienda era sumamente impopular; a esta sangrienta guerra, que duró cinco años, desde 1865 hasta 1870, durante los cuales perdió la ciudad lo más granado de su juventud, siguió una terrible epidemia de fiebre amarilla, que la asoló en 1871 y enlutó casi todos los hogares. Puede, pues, asegurarse que la ciudad vivió un período luctuoso de más de seis años de anarquía, pobreza, aislamiento y dramas de sangre y dolor.
Tras nuevas luchas políticas y otra guerra civil, en 1880 quedó terminada la resistencia partidista del estado de Buenos Aires contra las demás provincias, y la ciudad de Buenos Aires fue declarada territorio federal y capital de la República.
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