La guerra del Paraguay y las presidencias de Mitre y Sarmiento


Poco después se reunió un congreso en Buenos Aires. Tras la convocatoria a elecciones presidenciales, Mitre fue designado presidente.

Pero la resistencia de las provincias del Noroeste no cejaba; sólo cuando el general Ángel Vicente Peñaloza, caudillo de La Rioja, cayó muerto después de haberse rendido con un puñado de fieles a las fuerzas que lo cercaron en su último refugio, pudo el gobierno nacional gloriarse de haber pacificado el país (1863).

Un conflicto de trágicas consecuencias, que ensangrentó a América durante un lustro, estalló poco después: el 14 de abril de 1865, efectivos militares paraguayos invadieron la provincia argentina de Corrientes en un intento de alcanzar el territorio uruguayo, y con el fin de hostilizar al ejército brasileño; culminaba así una situación de extrema tirantez que había venido incubándose en las relaciones del Paraguay con Brasil y los países del Plata. Dicho acto dio comienzo a la llamada guerra del Paraguay o de la Triple Alianza, denominación esta última que tuvo origen en el tratado tripartito firmado por Brasil, Uruguay y Argentina para llevar la guerra al país guaraní. Un año después, aunque todavía los ejércitos aliados no habían logrado penetrar en suelo paraguayo, el mariscal Francisco Solano López ofreció su renuncia al general Mitre, en entrevista celebrada entre ambos en Itatí Cora, con la esperanza de detener la guerra, ya que, de acuerdo con lo enunciado por la Triple Alianza, ésta se llevaba contra su régimen y no contra la nación paraguaya. Empero, las hostilidades prosiguieron; uno de los más sangrientos encuentros ocurrió en Curupaití, al asaltar dicha fortaleza los aliados comandados por Mitre; más do 9.000 hombres quedaron sobre el campo de batalla, y los paraguayos conservaron la posición.

El mandatario argentino regresó poco después del frente de batalla con dos divisiones, pues la insurrección de las provincias argentinas era nuevamente un hecho.

Una idea de los tiempos que se vivían la da el número de 117 revoluciones que estallaron durante los seis años de la presidencia del general Mitre; en el transcurso de sus incidencias se empeñaron 91 combates.

El sucesor de Mitre fue don Domingo F. Sarmiento, quien venía de Washington con un ambicioso programa progresista; el nuevo presidente debió afrontar inmediatamente la difícil situación interna y la guerra externa. La conclusión de ésta, pese a la desesperada y heroica resistencia paraguaya, se vislumbraba ya favorable a los intereses aliados: el duque de Caxias, quien dirigía las operaciones en ausencia de Mitre, ocupaba la ciudad de Asunción, en tanto los últimos batallones paraguayos, formados por soldados apenas adolescentes, seguían al mariscal a sus postreros reductos. Cuando el presidente paraguayo cayó muerto en Cerro Cora, el 1" de marzo de 1870, la guerra llegó a su fin, y concluyó uno de los episodios más funestos y sombríos de la historia americana.

Durante la presidencia de Sarmiento fue asesinado el general Urquiza en su palacio de San José, el 11 de abril de 1870, y una revolución, encabezada por el general Ricardo López Jordán, depuso la administración urquicista; el gobierno central dispuso intervenir militarmente y envió al general Emilio Mitre con fuerzas del ejército nacional; pese a la diferencia de armamentos, las montoneras jordanistas resistieron a las fuerzas de línea durante casi un año, y aunque fueron derrotadas, a poco levantó nuevamente López Jordán la bandera de la insurrección; el presidente Sarmiento se hizo presente en el teatro de batalla, y por primera vez en el país se empleó la ametralladora. La revolución fue aplastada.

En razón de una seria cuestión con Chile, que pretendía la ocupación de las regiones australes argentinas, Sarmiento encaró la reorganización de la Armada nacional; se compraron navíos de guerra y se fundó la Escuela Naval.

La educación pública experimentó un gran impulso, tanto por la pasión presidencial en ese orden de problemas, cuanto por la extraordinaria labor cumplida por el ministro de Instrucción Pública, el joven abogado tucumano Nicolás Avellaneda.

Casi trescientos mil inmigrantes se radicaron en la Argentina durante la presidencia de Sarmiento; el gran fenómeno mundial de la emigración hacia América en busca do nuevos horizontes, que se iniciaba entonces, transformaría hondamente a las nuevas naciones americanas, especialmente a la Argentina. Los primeros pasos de esa transformación cumpliéronse entonces. El trazado de las líneas de ferrocarril, comenzado hacia 1856, continuó aceleradamente durante las presidencias de Mitre y Sarmiento, quienes otorgaron concesiones a capitalistas británicos que se encargaron de su construcción. Débese consignar, empero, que la primera línea ferroviaria tendida sobre suelo argentino, la del Ferrocarril Oeste, fue realizada con recursos nacionales.