El gobierno de Dorrego. La paz con Brasil. El motín del 1 de diciembre de 1828
El nuevo gobernador enfrentaba una situación difícil: el ejército estaba impago, y el general Alvear había regresado a Buenos Aires. En su reemplazo Dorrego designó al general Lavalleja. Una nueva serie de triunfos por tierra y por mar fueron obtenidos. Como se confiaba en alcanzar una victoria decisiva, el gobernador resistía la presión diplomática de Gran Bretaña, a través de lord Ponsomby, por la que se propiciaba una solución sobre la base del reconocimiento de la independencia de la provincia cuya posesión disputábase; pero el Banco Nacional le negó recursos para proseguir la campaña, y el separatismo comenzó a cundir entre los caudillos orientales Lavalleja y Rivera. Por otra parte, la corte de Río de Janeiro se vio constreñida, por dificultades de orden político y económico, a ceder en sus exigencias de reincorporación de la provincia Cisplatina, y declaró que aceptaría la paz sobre la base de la independencia de la misma. El 27 de agosto de 1828 se firmó en la capital brasileña la convención preliminar de paz, ratificada por la Convención Nacional reunida en Santa Fe, suprema autoridad nacional constituida tras la caída del régimen rivadaviano.
Este paso restó a Dorrego gran parte de su popularidad, y fue aprovechado por los adictos al unitarismo para sublevar a las tropas que volvían de la campaña del Brasil; las condiciones durísimas soportadas por esos soldados, faltos de pago y de recursos, los llevaron a seguir sin vacilar al general Juan Lavalle, alzado contra el gobernador Dorrego el 1º de diciembre de 1828.
Dorrego carecía de fuerza para resistir, y se retiró a la campaña, junto a las milicias comandadas por el coronel Rosas; allí decidió, contra el parecer del comandante de la campaña, enfrentar con las milicias al ejército de línea; el resultado fue fatal, ya que, derrotado y hecho prisionero, el gobernador Dorrego fue fusilado por orden del general Lavalle, según se había acordado entre los complotados.
La Convención Nacional reunida en Santa Fe declaró anárquica, sediciosa y atentatoria contra la libertad, el honor y la tranquilidad de la nación la sublevación del 1° de diciembre, y crimen de alta traición el fusilamiento del gobernador legítimo; proclamó la guerra para restaurar el orden legal y nombró al general Estanislao López jefe del ejercito nacional; el coronel Juan Manuel de Rosas fue nombrado segundo jefe.
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