Conquista de Chile por Don pedro de Valdivia, y la guerra de Arauco
Las mentas que los hombres de Almagro hicieron de las tierras de Chile al regresar de allí, no constituían aliciente para futuros conquistadores: no dan para comer ni a cincuenta vecinos, fue lo menos manos malo que se oyó de labios de aquellos hombres. Y, sin embargo, hubo quien confió en su buena estrella y marchó en procura de un nuevo vellocino de oro. Ese audaz conquistador fue don Pedro de Valdivia, natural de Extremadura, que en Europa dejara sentada fama de valiente y emprendedor, en las campañas de Flandes y en las guerras de Italia. Partió hacia Chile con sólo 11 hombres, que en el trayecto hiriéronse 150; durante 14 años, don Pedro de Valdivia habría de batallar sin descanso para ganar la tierra de Chile para el rey de España, y caería por fin, muerto pero no vencido, sobre la misma tierra que venía a conquistar y que sus capitanes dominaron.
Fundó Valdivia en el valle del Mapocho la ciudad que llamó Santiago del Nuevo Extremo, el 12 de febrero de 1541; honró con tal denominación al apóstol Santiago, patrono de España, y a sus lares natales de Extremadura; aquella ciudad es hoy la gran capital chilena, una de las más populosas de América.
Una red de canales de regadío, construida por los picunches y conservada por los invasores incas, determinó al conquistador español a sentar allí los reales de la nueva ciudad.
Tres meses después, los indígenas del cacique Michimalonco cayeron sobre la aldehuela y la destruyeron por completo, pero a poco la voluntad de los tenaces caballeros pudo más, y volvieron a alzarla, rodeándola esta vez con un muro de adobe.
Luego tuvo Valdivia furiosos combates con los mapuches, pero logró fundar nuevas ciudades, personalmente o por medio de sus subordinados: así, Concepción, Valdivia, Villarrica y Los Confines, entre otras, se alzaron en los dilatados confines meridionales. Empero, esta dispersión de elementos habría de ser fatal al surgir Lautaro, joven caudillo indígena, como campeón de la rebelión de los mapuches. Lautaro había sido uno de los muchachos caballerizos de Valdivia; vigoroso, despierto, inteligente, aprovechó cuanto conocía de los españoles para luchar contra ellos.
Valdivia fue la primera víctima: al acudir en auxilio del fuerte de Tucapel, asaltado y ya destruido por los guerreros de Lautaro, fue completamente derrotado; se le dio muerte en el mismo campo de batalla, y de su corazón comieron Lautaro y sus caciques, en 1554. Así pereció el conquistador de Chile.
La guerra contra los araucanos prosiguió aún durante tres años, hasta que finalmente el valeroso indio fue derrotado y a su vez muerto por Francisco de Villagra, que tomó el mando al caer Valdivia. La cabeza del noble indio, cuyo nombre habría de encarnar el sentimiento de rebeldía americano, fue expuesta en la plaza de Santiago durante varios días.
Caupolicán, caudillo indígena, hubo de combatir poco después al frente de sus huestes contra las fuerzas del nuevo gobernador, don García Hurtado de Mendoza. También aquel jefe mapuche peleó bravamente, mas fue vencido y condenado al suplicio de ser empalado vivo, esto es, obligado a sentarse sobre un palo aguzado que, penetrandole, le destrozó las entrañas, en tanto era asaeteado por los arqueros. Debe decirse en su descargo que Hurtado de Mendoza no tuvo conocimiento de la bárbara sanción hasta después de cometida; como él, la condenó la mayor parte de los españoles que de ella supieron. La resonancia del asunto en España dio motivo a que se ordenara un juicio de residencia contra el gobernador de Chile, a cuyo término Mendoza fue relevado de su cargo; empero, años después volvió a América como virrey del Perú.
Más de tres siglos después se dieron los últimos embates en la guerra mapuche, llamada también guerra de Arauco: en 1881 se resignaron los indios a deponer definitivamente las armas. Lucharon contra los conquistadores españoles, contra los chilenos de la época de la guerra por la independencia, y contra los chilenos del moderno Estado; bien puede llamarse a ésta una de las resistencias más prolongadas de la historia.
Pagina anterior: La odisea terrestre de Don Diego de Almagro y sus esforzados paladines
Pagina siguiente: La vida colonial en Chile durante los siglos XVI, XVII y XVIII