Los chinos fueron los primeros fabricantes de porcelana


Mucho antes de ese tiempo, los chinos ya habían descubierto el proceso de hacer bellos trabajos de alfarería. En sus investigaciones para obtener arcilla fina, descubrieron depósitos de caolín, con el cual hicieron y hacen finísima porcelana probablemente desde antes del siglo xii. Fueron ellos los que enseñaron a los japoneses, y hasta hoy ningún pueblo excede a estas naciones en la fabricación de tan bellos productos.

Cuando Marco Polo publicó en 1293 la maravillosa relación de su viaje a China, los europeos se enteraron de la existencia de un nuevo tipo de cerámica, que se llamó porcelana china, sin que se pueda saber el origen de la palabra porcelana.

Créese que la porcelana china pasó al Asia occidental y al norte de África, de donde, a través de El Cairo, fue introducida en Europa en el siglo xvii. Durante mucho tiempo, fueron vanos los grandes esfuerzos hechos por imitarla, residiendo las dificultades en el desconocimiento de la arcilla por ellos empleada y gracias a la cual conseguían dar a la porcelana su proverbial blancura y transparencia. Fue en 1710 que un químico que vivía en Dresde, llamado Bottger, la descubrió y establecióse luego en Meissen, donde todavía hoy se hace la célebre porcelana llamada de Dresde. Bottger intentó mantener en secreto su descubrimiento, pero no lo consiguió, y a los pocos años en otros puntos de Europa se fabricaban lindas porcelanas, entre las que sobresalían las francesas y las austriacas. A pesar de ello, todavía hoy recibe la porcelana el nombre de loza de China, por haber sido fabricada primero en ese país.

A fines del siglo xviii, comenzó Inglaterra a seguir el ejemplo de Francia, obteniéndose allí un nuevo tipo de porcelana, conocido por el nombre de loza inglesa, que tuvo gran aceptación.

Un investigador descubrió que agregando al caolín otros minerales pulverizados se obtenían buenos resultados. Otro comprobó que uniendo a la mezcla un polvo hecho con huesos calcinados resultaba una pasta liviana y maleable con la que se comenzó a hacer la llamada loza inglesa, que gracias a su buena calidad y a la modicidad de su precio tuvo gran aceptación, expandiéndose por todas partes, de manera que hoy se fabrica no solamente en Europa sino también en países de América.

Un célebre alfarero inglés, Henry Doulton, inventó la manera de fabricar con loza los caños utilizados en las ciudades para las canalizaciones. El procedimiento dio buenos resultados y hoy innumerables fábricas se ocupan en todo el mundo en la producción de ese material.

Los pueblos indígenas de América fueron buenos alfareros, y si bien desconocían el sistema de vidriado, han dejado muestras acabadas de su talento artístico en los numerosos yacimientos de alfarería descubiertos a lo largo y a lo ancho del Continente.