De qué manera se fabrican los billetes de banco
Hasta hace pocos años era común que circularan monedas de metales preciosos, oro y plata, las cuales no requerían un “encaje” equivalente, sino que respondían con su peso al valor que representaban. Este sistema, que fue el más generalizado, presentó el inconveniente de que los metales de esas monedas muchas veces eran utilizados para otros fines, como la fabricación de alhajas, y además, con el desgaste del uso su peso disminuía. Así, desaparecían del mercado o tenían menos valor que el asignado.
La divulgación del billete de banco solucionó estos problemas. Es una especie de cheque al portador, canjeable por cualquier mercancía, y por cuyo valor el Estado se responsabiliza.
Su impresión requiere grandes precauciones, pues debe estar hecha de tal manera que sea prácticamente imposible imitarla, esto es, falsificar esos valores. Para ello se requieren procedimientos especiales, que en casi todos los países realizan talleres propios del gobierno respectivo, conocidos por el nombre de Casa de la Moneda.
Primero, dibujantes especializados hacen el diseño, que, después de aprobado por las autoridades, se convierte en un clisé semejante al común en los usos gráficos. Después se pasa a la tarea de impresión, que se realiza con máquinas como las que tienen los grandes talleres impresores. Aquí comienza una de las precauciones para evitar falsificaciones: el papel requiere condiciones especiales. Casi nunca se usa papel producido en el mismo país, sino que se encarga a fábricas del extranjero y es hecho especialmente, con procedimientos secretos, para el país solicitante. De este modo Suecia, por ejemplo, hace sus billetes con papel canadiense, y viceversa. Así se evita que se conozca el proceso de fabricación del mismo y que se pueda imitar para emplearlo en falsificaciones. La tinta para la impresión también es especial: contiene ingredientes secretos y requiere, entre otras cosas, que se humedezca el papel para obtener una perfecta impresión.
Muchas clases de billetes no se imprimen en una sola pieza de papel, sino que sus dos caras, el anverso y el reverso, se imprimen en dos hojas, las cuales son convenientemente encoladas después de haberles puesto ciertas marcas especiales, además de las filigranas, que podemos observar mirando los billetes al trasluz.
Los pliegos, cada uno de los cuales lleva varios billetes estampados, se cuentan antes, durante y después de la impresión, para evitar cualquier sustracción. Una vez hecha esta verificación, se les estampa el número y la firma, las dos condiciones que le dan validez a un billete, lo que se hace con máquinas especiales. Cualquier billete defectuoso es inmediatamente destruido y sustituido por otro sin fallas. Los pliegos pasan a grandes guillotinas que los cortan adecuadamente para separar los billetes, los que una vez contados y clasificados están ya listos para circular.
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