Una rosa blanca y otra roja, emblema de dos casas rivales
Un día del año 1459 se reunieron en los jardines de Temple, en Londres, los jefes de las casas de York y Lancaster. A esta última pertenecía el rey Enrique VI y a la primera Eduardo, hijo del duque de York, que por descender de Edmundo de Langley, hijo de Eduardo III, alegaba tener legítimo derecho a ocupar el trono de Inglaterra. El duque de York cogió una rosa blanca e invitó a sus parciales a hacer lo mismo. El de Lancaster, recogiendo gallardamente el reto, arrancó una roja. Ambas flores fueron, desde entonces, los emblemas representativos de los rivales. Poco después comenzó entre ambas casas la llamada guerra de las Dos Rosas, que ensangrentó el suelo de Inglaterra durante un cuarto de siglo. Enrique VII, empeñado en unir a los contendedores, reunió los distintivos de York y de Lancaster creando así la rosa Tudor, emblema del país unido y actual flor nacional de Gran Bretaña.
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