La Carta de la OEA, Organización de los Estados Americanos
Cuando se redactó la Carta de la OEA, en 1948, poco fue preciso agregar al sistema que estaba en marcha. La Carta señala que la misión de América es la de ofrecer un ámbito de libertad individual y de justicia social, fundado en la moral y el respeto a los derechos humanos. Se define a la OEA como un organismo regional dentro de las Naciones Unidas, destinado a fomentar la fraternidad de los estados americanos y defender su soberanía.
Los organismos interamericanos ya existentes fueron incorporados a la OEA, en un conjunto armónico. La Conferencia Interamericana es el órgano superior, en el que están representados todos los miembros, esto es, las veintiuna repúblicas americanas, y que dirige la acción y la política generales de la OEA. Sesiona cada cinco años. La Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores considera problemas de carácter urgente, como ya lo ha hecho en tres oportunidades, antes de la firma de la Carta. La asiste un Comité Consultivo de Defensa, que la asesora en problemas de colaboración militar.
El Consejo, en el que todas las repúblicas americanas tienen su representante, trata cualquier asunto que interese a la OEA. Tiene su sede en el edificio de la Unión Panamericana, en Washington. Secundan su acción el Consejo Interamericano Económico y Social (CÍES), el de Jurisconsultos y el Cultural.
La intensa labor del CÍES se complementa con los organismos especializados, como el Panamericano de Geografía e Historia, el de Ciencias Agrícolas, el de Protección a la Infancia, la Comisión Interamericana de Mujeres, la Organización Sanitaria Panamericana y el Instituto Indigenista. La Secretaría General de la OEA conserva el nombre tradicional de Unión Panamericana, órgano central y permanente de la institución, que promueve las relaciones económicas y sociales, culturales y jurídicas entre los Estados miembros.
La historia de la organización internacional, que hemos visto a grandes rasgos, tiene en el sistema regional americano un ejemplo de excepcional valor, por el espíritu generoso, por el amor cristiano y los sentimientos humanitarios que predominan tanto en los hombres como en las mujeres y en los niños del Nuevo Continente, que ansia la paz y el bienestar para todos los habitantes de la tierra, y cuya influencia se manifiesta en las Naciones Unidas, la organización universal, como una colaboración en la redención del mundo.
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