La evolución de la indumentaria hasta el siglo XV


La ostentación y pompa de Bizancio se manifiestan en el lujo de los trajes de los cortesanos. Sobre la túnica de mangas largas iba otra de mangas cortas, ricamente decorada en oro y plata, llamada “dalmática”. Una capa semicircular, adornada con pieles, cubría los hombros. En los primeros años del Imperio Bizantino hizo su aparición la camisa y, a poco, la camisa de dormir o camisón.

Las invasiones de los bárbaros no trajeron aparejados grandes cambios en el traje, ya que ellos no conocían nuevos elementos para incorporarle. Pero la expansión del cristianismo, al modificar la moral y las costumbres de los pueblos antiguos, transformó también sus trajes.

Durante el período galorromano, los hombres visten las “calzas”, prenda que consta de dos partes: la superior o “bragas”, especie de “calzón” que se sujetaba a la cintura y cubría hasta la rodilla, y la inferior o “calzas”, pernera que cubría hasta el pie y que, a veces, iba provista de suela, en vez del calzado propiamente dicho.

Hacia el siglo x los caballeros usan una túnica corta, con mangas, debajo de la cota de mallas, y encima, otra sin mangas. En esta época se separan las calzas en sus dos partes diferenciadas. Las bragas cubren hasta la parte superior de los muslos, y a ellos se sujetan, bien tirantes por medio de ojales y cordones, las “medias calzas”.

El uso de la ropa interior comienza a generalizarse a fines del siglo xiii, pero su adopción definitiva no tiene lugar hasta el siglo xiv.

Los accesorios adquieren cada vez mayor importancia; perlas y gemas de todas clases, engarzadas en oro, adornan las alhajas, y los orfebres rivalizan en el cincelado de las más variadas joyas.

El calzado masculino, completamente cerrado, se adorna con una hebilla o botón, y aparece la zapatilla de seda o brocado. Las damas adoptan el botín alto. Los guantes, prendas tan antiguas que ya las cita Homero en su ¡liada, pasan a constituir un elemento imprescindible en el atuendo de los elegantes y son confeccionados en cueros blandos y perfumados. El sombrero varía de forma y tamaño; aparecen los extravagantes bonetes cónicos, de hasta sesenta centímetros de altura, de cuyo vértice pende un largo velo que a veces llega hasta el suelo. En otras ocasiones el tocado consistía en velos almidonados colocados sobre grandes armazones de latón, semejante al que usan todavía algunos pueblos asiáticos, cuyas mujeres encierran sus trenzas en unos cilindros de metal que, a guisa de grandes y retorcidos cuernos, parten de ambos lados de la cabeza y, pasando por delante de los hombros, llegan hasta el pecho.

Las damas ostentaban vestidos de dos colores: la mitad, del color de la casa paterna, y la otra, del color de la casa del marido. E! talle ceñido, los escotes grandes, las mangas estrechas y las faldas abundantemente plegadas, constituyeron las características más salientes del traje femenino del siglo xiv, que se completaba con largos mantos adornados con ricas pieles y abrochados sobre el pecho con tiras de tela.